La canción premonitoria de Aldir Blanc y Maurício Tapajós “Querelas do Brasil” (Las disputas de Brasil) refleja el resultado de las encuestas de la primera vuelta. Siempre pensé que la elección pasaría a la segunda vuelta y lo consideré bueno, porque obligaría al Partido de los Trabajadores (PT) a hacer acuerdos, en la perspectiva de que Lula ganaría fácilmente y pasaría fortalecido al balotaje. Ahora la situación ha cambiado por completo. Lula necesita apoyo, la diferencia de cinco puntos porcentuales es una victoria que sabe a derrota, porque todos esperaban al menos el doble, si es que no ganaba en primera ronda.
Un dato curioso y preocupante es que los dos líderes de la segunda vuelta son independientes de los partidos. Lula es más grande que el PT y, si fuera otro el candidato, Bolsonaro probablemente volvería a ganar. Bolsonaro no cree en un partido. En 2018 estuvo en el Partido Social Liberal y llevó al pequeño partido a ser el más grande de la Cámara. Ahora está en el Partido Liberal, y volvió a elegir la bancada más grande. Es una elección diferente a todas las anteriores, pero que de una forma general repite la de 2018.
Cuando el PT se enfrentaba al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), había una disputa partidista, sobre formas de ver el mundo desde una óptica socialdemócrata. Hoy son dos personalidades en disputa. Tenemos que recalibrar esa percepción del brasileño promedio, aunque no nos guste lo que vemos. Llamar a la izquierda “progresista” es clasificar a quienes no lo son como “regresivos”. ¿Es así? El país no está dividido entre “progresistas” y “regresivos”, la realidad es más compleja. No podemos relegar a 50 millones de personas a un segundo plano.
No todos los izquierdistas son progresistas. ¿O es progresista quien defiende dictaduras sangrientas? Y no todos los conservadores son regresivos. Muchos votaron por Lula para deshacerse de un estigma.
Tenemos que entender sus preocupaciones, sus ansiedades; mostrar, con el ejemplo, que no tienes que ser un extremista de derecha para conseguir lo que quieres. No tenemos una derecha que sea capaz de dirigir a ese pueblo, los partidos tendrán que cambiar muchas cosas. Si imaginamos que estas personas estarán apartadas para siempre, tendremos que dividir el país en dos, sin posibilidad de convivencia. Eso no es lo que sucede. Cuando existía el PSDB, estos votantes se sentían representados por un partido que, aunque de centroizquierda, entendía de agronegocios, entendía de temas de salud y programas sociales.
Pero la izquierda brasileña no entendió que la sociedad había cambiado, especialmente en el interior y en la periferia de los grandes centros urbanos; es una sociedad mucho más emprendedora, cada uno por su lado, más capitalista, que no quiere que el gobierno se interponga. Esto ya había sido detectado años atrás en una encuesta realizada por el Instituto Perseu Abramo en la región ABC de São Paulo (la zona industrial) y arrojó resultados sorprendentes en la que fue la cuna del PT. Expresó el deseo de libertad de acción, que no tenía nada que ver con los sindicatos, sino con el apoyo al espíritu empresarial. El PT ya había detectado esta tendencia y archivó la investigación, quizás temeroso de enfrentar la realidad.
Esta situación ha evolucionado mucho desde entonces. Bolsonaro ha captado el anhelo de libertad de acción de la sociedad, al menos en la retórica vende esta idea, y la gente la compra al pie de la letra. La izquierda y la clase media urbana estaban muy preocupadas por la falta de empatía en la pandemia, por la falta de vacunas, pero eso no afectó al electorado de Bolsonaro, tanto que Eduardo Pazuello (ministro de Salud entre marzo de 2020 a marzo de 2021) fue el candidato a diputado federal más votado en Río.
Lo que afecta a los bolsonaristas, o a los que votan al Presidente aunque no sean militantes, es el empleo, una menor inflación, que es lo que está pasando. Son cosas más cotidianas que conceptos como la libertad de expresión, la democracia, los valores civilizatorios fundamentales, pero que no pesan mucho en la profundidad de Brasil, que lidia con cuestiones básicas de supervivencia. Incluso pienso que, en cierto momento de la campaña, la alta inflación y el desempleo jugaron un papel importante, dando a Lula la delantera.
Pero a medida que la economía mejoró, cuando el dinero de Auxílio Brasil llegó a un punto crítico, eso se vino abajo. El mismo efecto que ocurrió cuando el PT lanzó Bolsa Familia o creó el crédito consignado (que permitió ampliar el acceso al crédito). Este bolsonarismo nació porque Bolsonaro es el único líder político que ha surgido en los últimos tiempos para aglutinar a la centroderecha que une a conservadores, centro, derecha, extrema derecha. No es que todos sean extremistas de derecha. Al contrario, la minoría es como Bolsonaro, defendiendo tesis radicales. La mayoría quiere un partido que pueda representar sus deseos, defenderlos de sus miedos sobre el futuro.
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Merval Pereira O Globo/Brasil/GDA