¿Es real que Universidad de Chile, a partir de la asunción de Sebastián Miranda como DT titular, ha virado en su rendimiento?
Para muchos, la respuesta es enfática: sí, esta U de Miranda es consistentemente mejor que la de Santiago Escobar y Diego López, los dos anteriores entrenadores del equipo este año y que han sido sindicados como factores de relevancia en la mediocre temporada que han apuntado los azules en 2022. Lo curioso es que la buena percepción del trabajo de Miranda se basa en una consideración básica: que ha conformado un equipo “ordenado”.
Visto así, el mérito del nuevo DT se basaría en haber hecho simplemente lo que viejos entrenadores siempre señalan cuando se charla con ellos de las tácticas y estrategias que hoy se imponen en el mundo: “Solo hay que poner la mesa en el comedor y las camas en las piezas. Nunca al revés”, dicen los experimentados.
Miranda hizo eso y explica que la U, bajo su corto mandato, lograra ganar dos partidos consecutivos (algo que solo había hecho apenas una vez este año). Pero eso no significa que sus antecesores no intentaran lo mismo, porque ni Escobar ni López, al menos desde el desapasionado juicio, pueden ser acusados de haber propuesto la entropía como eje de sus propuestas.
Siendo así, ¿qué es lo que realmente ha cambiado Sebastián Miranda? ¿Cuáles han sido, en los dos partidos que lleva al mando, los elementos realmente diferenciadores? Muy simple: ha logrado imponer sistemas tácticos acorde con los jugadores que tiene (4-4-2 y 4-4-1) y también la idea de la supervivencia por sobre la búsqueda de un sello ultraofensivo.
Si a Escobar y a López hay algo que criticarles es que nunca entendieron que la U, al menos esta que viene hace años dando palos de ciego, no está para revoluciones ni para apostar a esquemas basados en la constante búsqueda del arco rival.
La U, tal como pasó con Palestino y la UC, se ha visto más cómoda presionando alto cuando el rival recién se está asentado (en los primeros 20-25 minutos), y replegándose el resto del partido, juntando mucha gente en su campo y apostando a que su gran fórmula de ataque (el pelotazo largo, el pivoteo y la lucha uno contra uno) le dé la opción de liquidar al rival.
No es esa, por cierto, una forma muy atractiva de juego. Pero es efectiva para el tipo de jugadores que hoy tiene la U. Eso es lo que necesitaba para salir de la confusión que exhibió con Escobar y López, quienes —seguramente porque eso escucharon como mandato por parte de quienes los contrataron— intentaron estructurar un equipo más arriesgado, menos atado a filosofías defensivas “porque eso impone la historia y le gusta a su hinchada”.
Punto para Sebastián Miranda, quien sabiendo que en esta pasada nadie en su sano juicio le pedirá lirismo, sino que resultados, se atrevió a hacer jugar a la U como debe jugar de acuerdo a su yo y a su circunstancia.
Factor relevante el DT.