Señor Director:

Agradezco al senador Matías Walker su carta (domingo) comentando mi columna del 24 de septiembre, pues me permite complementarla.

Primero, en ella expresamente no atribuyo solo a la centroderecha el triunfo del Rechazo: es evidente que independientes, Amarillos, centroizquierda y, en definitiva, el país completo ganaron también.

Segundo, mi experiencia como constituyente me lleva a considerar la “hoja en blanco” como un profundo error por las razones que explico en la columna. Emplear como guía de la discusión la Constitución vigente es práctico y en ningún caso bloquea cambios. Un tercio de sus normas viene de la Constitución de 1925, un tercio del régimen militar y un tercio del período democrático post 1990, por lo que incluye mucha de la experiencia constitucional y tradiciones que nos constituyen como país. La alternativa a la cual el senador adhiere, los “bordes”, ya no funcionó en la Convención fracasada. Yo lo viví. Los límites o bordes tienden a ser vagos y por tanto es difícil probar su incumplimiento. Si se incumplen, como ocurrió, ¿habrá que llevar a juicio la nueva convención? Y, ¿cuál sería la sanción? Es un camino válido pero insuficiente para limitar la refundación ya rechazada.

Tercero, yo no descarto una nueva convención 2.0, y estoy muy consciente de la necesidad de terminar bien el tema y la incertidumbre asociada. Justamente por eso propongo que el Congreso designe una comisión redactora, y que su propuesta vaya a plebiscito en marzo. Si masivamente se aprueba, tendremos en el más breve plazo una nueva Constitución plenamente legítima. Si se rechaza, vendrá una nueva convención 2.0. Como ejemplificó muy bien Sergio Muñoz refiriéndose a esta idea: “es como recordar que el camino más corto entre dos puntos es una recta”.

En fin, estas son solo ideas y pueden no ser buenas. ¿Por qué no intentar un camino más ágil para tener cuanto antes una buena Constitución? ¿No sería saber construir con sentido común?

Bernardo Fontaine
Economista exconstituyente