“Será un proceso complejo y difícil. Hay muchos obstáculos en el camino y una gran posibilidad de fracaso”, me comentó en una entrevista, hace poco más de un año, Jonathan Haidt, el reconocido psicólogo social estadounidense. La Convención Constituyente estaba por iniciar sus funciones y las afirmaciones de Haidt me sonaron lúgubres y pesimistas. Con el tiempo resultaron lúcidas y premonitorias.
Recordé sus palabras cuando, antes del 18 de septiembre —el eje que parece dividir el año en Chile—, la ministra del Interior señaló que le “gustaría bailar cueca con el acuerdo cerrado”.
Me alegro de que no bailáramos “La consentida” o “La rosa con el clavel” con un documento firmado a la rápida. Y dada la incertidumbre y expectativas que genera este proceso constitucional, vale la pena recordar algunas recomendaciones —varias muy pragmáticas— del psicólogo y profesor de la NYU.
Autor de libros como “La mente de los justos”, Haidt ha estudiado la manera en que las personas forman sus juicios morales y políticos de modo más bien intuitivo y emocional, privilegiando algunas variables o valores sobre otros. Según él, esas raíces emocionales pueden dificultar el diálogo, si no existen mecanismos que incentiven el entendimiento.
El alto número de constituyentes y las pocas ideas que parecían unirlos despertaban temores en Haidt. A su juicio, “si los grupos identitarios se sostienen en la perspectiva de Foucault de que todo son estructuras de poder y opresión, y de oposición entre víctimas y victimarios, entonces el acuerdo se hace difícil”.
El académico cree que los seres humanos tienen una gran capacidad para llegar a confiar en los demás, si se les da un espacio apropiado para que se conozcan y puedan conversar tranquilos y con privacidad. “Pero si hay un público que está comentando todo en Twitter, Facebook y otras vías, esto se complica. ¿Cómo pueden antiguos enemigos confiar unos en otros y llegar a un acuerdo cuando millones están comentando en las redes?”.
El tema de la transparencia será, sin duda, un aspecto clave del nuevo proceso constitucional, ya que no es fácil dar con el punto de equilibrio. Haidt sostiene que la transparencia “da mayor legitimidad cuando ya se ha llegado a un acuerdo, pero torna difícil llegar a él. Si la tarea es difícil y hay muchas fuerzas que separan, una gran transparencia podría ser fatal”.
Parece ser, entonces, que un ánimo colaborativo, reflexivo y realista, con un sentido de historia común (aunque no haya acuerdo en todo) resulta clave para avanzar. Se divisan algunas tímidas luces de ese espíritu. Por eso las cuecas apuradas o las “avivadas” resultan fatales y pueden terminar mal. Como le pasó al guatón Loyola en la cueca que bailamos en estas fiestas. “Por dárselas de encacha'o, comadre Lola/ Lo dejaron pa' la historia al guatón Loyola”.