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Editorial
Sábado 24 de septiembre de 2022
Alertas desde la construcción
El rumbo de la economía es preocupante. Las proyecciones apuntan a una fuerte desaceleración durante lo que resta de 2022 y en 2023. Todos los sectores se verán afectados; la construcción, de modo particular. El Estado, por la vía de la innovación y modernización, puede acotar el impacto.
La economía chilena viene acumulando sorpresas negativas por más de tres años. La inercia de políticas fiscales y monetarias expansivas había permitido postergar el desenlace. Ahora, el escenario de recesión comienza a concretarse.
Es probable que la decisión de la administración Boric de dedicar sus primeros meses al fallido proceso constituyente, descuidando la gestión, profundice la caída de la actividad que se anticipa para los próximos 16 meses. Similar efecto podría tener la incertidumbre que generan sus reformas estructurales. Y si bien la profundidad final de la crisis que se avecina es aún desconocida, la compleja situación del sector construcción, resultado de una secuencia de shocks negativos, permite aquilatar y anticipar el peso de nuestros aprietos económicos.
Tres años difíciles e incierto futuro
Los actos de violencia descontrolada observados a partir de octubre de 2019 significaron una importante disrupción para la construcción, que se tradujo en un brusco cambio de tendencia en sus niveles de contratación. Mientras que en el trimestre móvil agosto-octubre de 2013 el empleo en el sector llegaba a los 673 mil trabajadores, en el mismo período de 2019 la cifra superaba los 795 mil. El crecimiento demuestra el dinamismo que había alcanzado, el que se vería afectado en los meses siguientes. Según el INE, en el trimestre octubre-diciembre de 2019 los puestos de trabajo habían ya caído a 787 mil, para reducirse a poco más de 756 mil en el trimestre enero-marzo de 2020, meses previos al inicio de la pandemia.
Las medidas de confinamiento aceleraron la dinámica. Así, en junio-agosto de 2020 el empleo en la construcción había caído a 496 mil personas, solo un 63% del nivel preestallido. Desde ese momento, la recuperación fue lenta, y solo se logró volver a los niveles de 2019 recién en septiembre-noviembre de 2021. Así, por más de dos años el sector sufrió los embates de la violencia y del covid-19. Esto se tradujo en una secuencia de históricas caídas anuales en las superficies construidas entre enero de 2020 y febrero de 2021. Todo esto significó una baja en la importancia del sector construcción en el PIB nacional: si en octubre de 2019 representaba el 7,09% del producto, en julio de 2020 su participación se había reducido al 5,1%.
El arribo de la vacuna y el lento retroceso de las medidas sanitarias durante 2021 ofrecieron la oportunidad de recuperar los niveles de actividad. Esto fue sostenido por aumentos solo acotados en los costos durante el primer trimestre del mismo año, gracias a stocks que no habían sido utilizados en los más de doce meses anteriores. A esto se sumaron históricas reducciones en las tasas de interés, que permitieron la reactivación de los créditos hipotecarios. La situación, sin embargo, cambiaría nuevamente a gran velocidad.
La fuerte alza en los materiales de construcción (sobre 35% en doce meses), resultado de una creciente demanda global que chocaba con una oferta aún afectada por las restricciones de movilidad, repercutió en mayores precios. Y la escasez de mano de obra —efecto de los desincentivos al empleo que significaron los generosos sistemas de transferencias incondicionales— también presionó al alza los costos laborales.
Esos aumentos fueron inicialmente compensados por el abaratamiento de los créditos. Sin embargo, la irrupción de fuertes presiones inflacionarias obligó al Banco Central de Chile (y a las autoridades monetarias de todo el mundo) a revertir las políticas expansivas adoptadas durante la pandemia. Esto se ha traducido en una dura alza de la tasa rectora —a la fecha, alcanza un 10,75%—, lo que ha impactado al mercado crediticio (y particularmente a los hipotecarios), el que ya había sido puesto en alerta por las consecuencias sobre el sistema financiero de los tres retiros previsionales. El resultado ha sido una caída en la demanda por viviendas y un encarecimiento del acceso a financiamiento en el sector construcción, lo que ha puesto en difíciles situaciones a distintas empresas. Esto justifica la creciente preocupación por la eventual incapacidad de algunas por cumplir con los proyectos en actual ejecución.
Dificultades y recuperación
En este contexto, es natural que parte de las empresas del sector sufran dificultades financieras importantes, particularmente aquellas de baja productividad y que tomaron riesgos innecesarios. Por su parte, las más eficientes y cautas están ajustando sus planes al nuevo escenario. Esta heterogeneidad es consistente con las dispares brechas de productividad en la construcción que documentó la Comisión Nacional de Productividad en su informe de noviembre de 2020.
Dicho informe también ofrece luces en otro aspecto que puede acotar el daño sobre este y otros sectores. Parte de las ineficiencias en la construcción nace de la burocracia del Estado, dominado por largos y discrecionales plazos, papeleos innecesarios y un exceso de permisos. Entonces, mejoramientos e innovaciones en el marco regulatorio permitirían un desarrollo más cierto y eficiente de los proyectos. Así, el Estado puede ser el facilitador de una mayor productividad. Por el contrario, sucumbir a la pulsión ideológica de asignar al sector público un rol emprendedor en esta y otras industrias sería un retroceso significativo.