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Cartas
Sábado 24 de septiembre de 2022
Leer, leer, leer
Señor Director:
Acertada fue la publicación en este diario sobre la importancia de los hábitos lectores de los futuros profesores como un pilar clave para fomentar, posteriormente, el gusto en niños y jóvenes dentro y fuera del aula.
El estudio aludido arroja que “los futuros profesores saben que leer es importante, pero no tienen la costumbre de hacerlo por placer”. En este escenario nos cabe a las instituciones formadoras de profesores una tarea ineludible e intencionada, que no dependa solo del horizonte cultural de cada docente, sino más bien que se relacionen con desplegar estrategias que motiven a los estudiantes de pedagogía a incorporar este hábito que entra en desigual competencia con las tecnologías y las aplicaciones móviles y redes sociales donde suelen “descansar” y cultivar su vida de ocio.
Inger Enkvist, pedagoga sueca, catedrática de la Universidad de Lund, en su visita a nuestra universidad insistió con solidez en cómo los profesores han de ser promotores activos de lectura: “Que siempre nuestros estudiantes nos vean con un libro bajo el brazo”; de ahí nacen conversaciones y muestra cómo el profesor repone sus fuerzas con literatura de otra índole.
Para ser un buen lector se necesitan horas. Expresaba también la académica que se calcula que en la mayoría de los países se dedican 400 horas en primaria al aprendizaje de la lectura. Para ser un buen lector hacen falta 4.000 horas. Tiempo que obviamente no se da en las aulas.
Para fomentar este placer, hay que aprender a crear condiciones de silencio, concentración y motivación intrínseca. Nunca es tarde para enmendar deficiencias y cultivar una pasión cuando no se ha estado en un entorno que lo promoviera. Nuestros futuros profesores han de ser agentes de cambio en este aspecto, y como decía Enkvist la clave está en leer, leer y leer.
M. Solange Favereau C.
Académica Facultad Educación
Universidad de los Andes