A pesar de los más de 17.200 kilómetros —en línea recta— que separan Santiago de Tokio, lo cierto es que a lo largo de las décadas, Chile y Japón han construido una relación particularmente estrecha y colaborativa en diferentes ámbitos. La misma que este mes cumple nada menos que 125 años.
Todo comenzó el 25 de septiembre de 1897 —durante la presidencia de Federico Errázuriz Echaurren—, cuando se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, el cual formalizó el vínculo entre ambos países.
Dos años después, Carlos Morla Vicuña se convirtió en el primer representante de Chile en tierras japonesas, y en febrero de 1909, Eki Hioki arribó a nuestro país en calidad de “enviado extraordinario y ministro plenipotenciario”.
Posteriormente, el gobierno chileno destinó a Anselmo Hevia Riquelme como el nuevo representante en Tokio, quien llegó a su destino en 1910.
Desde entonces, los hitos de esta relación se han ido sumando de manera constante en diferentes áreas. Por ejemplo, la temprana fundación del Instituto Cultural Chileno Japonés, en 1940; la creación del Comité Empresarial Chileno-Japonés, en 1979; o la oficialización de la Liga Parlamentaria de Amistad con Chile en el Poder Legislativo de Japón, en 1984, y su equivalente en Chile, en 1992.
A eso se han sumado las visitas de diferentes gobernantes japoneses a nuestro país a lo largo de estos años, como la del entonces Primer Ministro Nobosuke Kishi (1959), de Ryutaro Hashimoto (1996); de Junichiro Koizumi (2004), en el marco de la cumbre de líderes de APEC organizada ese año en Chile; y la del recordado ex-Premier Shinzo Abe, en 2014.
A la vez, desde Patricio Aylwin en adelante, todos los presidentes de Chile —independientemente de su posición política— han realizado frecuentes visitas a Japón, reconociendo y fortaleciendo esta antigua relación bilateral.
En ese contexto, un hito clave fue el Acuerdo de Libre Comercio suscrito en 2006 y que entró en vigor en 2007, tras su firma en Tokio. El mismo que desde entonces ha facilitado el ingreso de nuevos productos chilenos al competitivo mercado japonés y permitido que Chile sea una de las principales puertas de entrada de Japón a Sudamérica.
Asimismo, cabe recordar que Chile y Japón fueron los países que reflotaron exitosamente el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) —una de las iniciativas más importantes del gobierno del expresidente Barack Obama—, luego que Donald Trump, a comienzos de 2017, decidiera retirar a Estados Unidos del tratado.
El arduo y profesional trabajo en conjunto entre Tokio y Santiago permitió que, en marzo de ese mismo año, en Viña del Mar, se concretara la cumbre “Diálogo de Alto Nivel en Iniciativas de Integración en el Asia Pacífico: Desafíos y Oportunidades”, con el objetivo de reactivar el proyecto original. Y que, en marzo de 2018, en Santiago, se formalizara el nacimiento de un vanguardista acuerdo comercial, capaz de establecer nuevos vínculos entre Asia y América: el CP TPP o TPP11.
Según las cifras de 2021, Japón es el quinto socio comercial de Chile, después de China, Estados Unidos, la Unión Europea y Mercosur. Y en muchos aspectos, eso es un reflejo del compromiso, la confianza y la seriedad que han caracterizado nuestra relación bilateral.
A lo largo de las décadas, la presencia japonesa ha sido clave para el desarrollo nacional, desde el ámbito minero, el estudio de los mares y la investigación científica, hasta el constante intercambio cultural y el impulso a las energías renovables, entre otros.
Tanto Chile como Japón son países comprometidos con la defensa de la democracia, el respeto a los derechos humanos, el multilateralismo y el libre comercio. Y que hoy, además, ven en un Indo-Pacífico libre y abierto un futuro auspicioso común, lleno de oportunidades que permitan seguir fortaleciendo los vínculos entre Chile y Japón durante los próximos 125 años.
Alberto Rojas M.
Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones Universidad Finis Terrae