La majadera insistencia de Pablo Milad y Eduardo Carlezzo por el caso Byron Castillo no solo ha enturbiado el inicio del proceso de Eduardo Berizzo en la selección, sino que además nos ha eliminado tres veces de la Copa del Mundo, con la posibilidad de una cuarta si es que el TAS ratifica las sentencias de la FIFA. Chile no quedó eliminado por una artimaña reglamentaria de Ecuador, sino por sus propias incapacidades que, en lo posible, habrá que enmendar en el proceso que ahora se inicia.
Como era previsible desde hace tiempo, Chile seguirá dependiendo de los veteranos que ganaron las primeras dos copas América, pero que quedaron eliminados de los últimos dos mundiales. La “generación dorada” tiene dos caras muy marcadas: una que nos obligará al reconocimiento y la devoción eterna por los grandes momentos y triunfos brindados. Y una segunda que se arrastra desde hace tiempo en la incapacidad y la intrascendencia, amparada solo por las medallas brillantemente ganadas.
Los quiebres de los liderazgos internos tras las rencillas y la falta de una firme mano técnica que permitiera evolucionar armoniosamente al equipo desde el vértigo a la pausa no solo le quitaron funcionamiento a la Roja, sino que también la alejaron del gol. En su primera nómina, Eduardo Berizzo no sorprende al consolidar una amalgama entre los veteranos aún no superados y una generación emergente que no ha tenido medida en los últimos años al suspenderse los torneos sudamericanos.
Seamos objetivos: no han surgido en el último tiempo jugadores a la altura para empujar un recambio que se viene pidiendo hace rato. Con lo que tuvimos nos quedamos lejos de Ecuador (clasificado con entera justicia al Mundial), Perú y Colombia. Nos alejamos de las potencias en apenas un lustro, después de haberles ofrecido dura lucha y batallamos para alejarnos de los del fondo. Un análisis mil veces hecho, rumiado y revenido en los últimos años.
¿Existe de verdad la posibilidad de competir en el próximo proceso? Dependerá de Berizzo y la audacia con que ponga en juego sus ideas a partir de esta semana. Sin poder replicar la dinámica que tuvo este equipo y dependiendo de individualidades gastadas, está obligado a cambiar el libreto de Pizzi, Rueda y Lasarte, quienes quedaron amarrados a un sistema que permitió que equipos con menos talento, pero más disciplina táctica, nos dejaran a la vera del camino.
Comienza un camino interesante, lamentablemente erosionado por la búsqueda frenética, vergonzosa y humillante de un hueco en la muralla para poder pasar donde no merecemos estar. Byron Castillo puede ser colombiano, pero no es una figura determinante ni en su selección ni en la historia final de las clasificatorias. Si vamos a pelear hasta las últimas consecuencias, que sea en la cancha, con un grupo defendiendo su sitial —en duda desde hace mucho rato— y otro tratando de arrebatarlo. Para sentir lo que no se percibe desde la final de la Copa Confederaciones en el 2017: orgullo por el juego mostrado.