Los que vieron el partido por televisión, el de Universidad de Chile contra Coquimbo Unido, de seguro encontraron similitudes en disposición táctica, facultades técnicas y aspectos comunes, por lo demás muy notorios, entre ambos equipos. Se pueden resumir: los dos son malos.
Esos dos y tantos más, porque es un campeonato mediocre, donde de repente y de tarde en tarde —como el Colo Colo que goleó a Unión Española— hay un equipo que se sale del cuadro opaco, pero habrá que descartar, en las fechas venideras, si la razón principal fueron virtudes propias o se trató de algo que a veces sucede: una tarde hispana como el carbón.
Los hinchas de la U siguen siendo gran cantidad y la asistencia a Playa Ancha lo prueba, pero terminaron iracundos y desesperados, por el juego en cancha.
Es un equipo demolido por las decisiones directivas, el carrusel de entrenadores y en vez de la especulación de si hay luz al final del túnel, acá puede haber lo contrario: cero iluminación, oscuridad por delante y después irse en tobogán.
Los que estaban frente a la televisión, por un par de tomas, descubrieron a las autoridades de la razón social Azul Azul S.A., Michael Clark y Cecilia Pérez, presidente y vicepresidenta, parka institucional e igualados en la preocupación y vestimenta, porque todo importa.
La presencia y aliento no bastó, y las huestes, es evidente, no les hicieron caso, tampoco al entrenador uruguayo Diego López, desvinculado a las horas, porque es claro que todos querían ganar.
¿Quién no? También el asesor Mauricio Etcheverry, distante por ubicación y ropa, que asistió como asesor de Azul Azul.
Universidad de Chile aún no está en calidad de bulto, pero es un paciente grave, y eso explica la cantidad de doctores del fútbol que la atienden, facultativos del juego, orientadores todo terreno, mentores desde la cesantía y jubilación, y desde luego exjugadores y exentrenadores, que se aglomeran a la hora de dar consejos, promover terapias, entregar recetas, diagnósticos, advertencias, fórmulas y, si las cosas siguen así de mal, no hay que descatar nada.
El equipo es laico, pero una manda, por supuesto que puede ser. Lo Vásquez está a la vista.
Y en la desesperación, ya se ha visto, hasta la hechicería.
Un caldero abollado, agua sucia hirviendo y luego los ingredientes. Plumas de chuncho y necesitan que los viejos craks aporten dos elementos: manojos de pelo, que nadie pregunte de dónde, basta saber que es magia, pero negra; y trozos de uñas recién cortadas. Añada una venda usada, un pedazo de tutú arrugado (es por el ballet) y muela una foto en blanco y negro del Tanque Campos. Deposite un pelota de desodorante (roll), varias gotas de Anís (pero del Mono) y agregue un dibujo triturado del italiano Marco Polo, que era un romántico, por si no lo sabía.
Dejar hervir hasta que aparezca ese espeso olor a camarín. El brebaje denso y frío se sirve en un vaso plástico.
¿Quiénes lo deben beber? Qué duda cabe: los dirigentes de Azul Azul.