En el plebiscito del 4 de septiembre pasado fuimos derrotados en toda la línea. Fue derrotado el Presidente, el Gobierno, los partidos de Apruebo Dignidad y los partidos del Socialismo Democrático.
Fueron derrotados todos los parlamentarios oficialistas en cada una de sus circunscripciones y distritos. Fueron derrotados 13 gobernadores regionales en sus respectivas regiones. Fueron derrotados alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas oficialistas en todas las comunas del país salvo siete excepciones.
Fueron derrotados los escaños reservados de la Convención en cada uno de sus territorios, abrumadoramente, con la excepción de la Isla de Pascua. En este punto fue derrotada la plurinacionalidad, las autonomías territoriales, el consentimiento indígena y la legislación indígena. Fueron derrotados los animalistas por las tradiciones y las costumbres rurales, fueron derrotados los ecologistas en cada una de las zonas de sacrificio del país, particularmente en Puchuncaví y en Petorca.
Esa verdad política hay que asumirla y hacer un adecuado diagnóstico de esta derrota. Pero además, fue derrotado el maximalismo y la refundación propuestos por la mayoría de la Convención, y además, se le regalaron a la derecha disposiciones de la Convención que esta supo aprovechar con buenas y malas maneras, como por ejemplo: el haber rechazado por mayoría en la Convención en que junto con sostener el derecho a la vivienda digna, tozudamente no se le agregó vivienda propia dado que estaba en otro articulado, esa ambigüedad fue demoledora en el mundo popular, pero además colocaron el aborto en la Constitución, lo que nos enajenó a parte importante del mundo evangélico y católico.
Adicionalmente y viviendo actualmente una crisis de seguridad en todas sus dimensiones, se sacó de la Constitución a la PDI y Carabineros de Chile, y en este último caso se sostuvo la desmilitarización de este cuerpo, cual es su identidad esencial en los últimos 95 años. Por si no fuera poco, se sacó de las normas constitucionales el estado de excepción, imprescindible instrumento para enfrentar la violencia política y, además, reiteradamente utilizado por el actual Gobierno. ¿Para qué seguir? Triunfo una vez más en una parte de la izquierda del “avanzar sin transar”, y no existió fuerza política alguna que contrarrestara esa línea política con el avanzar consolidando, que como lo demuestra la historia es la línea correcta.
Lo que más irrita de esta situación descrita es que se perdieron con el rechazo los aspectos y principios para la izquierda y la centroizquierda, como por ejemplo: el Estado social democrático y de derechos; el Estado paritario y el Estado regional.
Frente a esta derrota, el Gobierno ha tomado la decisión de hacer un giro político a lo menos en la integración del corazón del poder en La Moneda. Me refiero al comité político integrado de forma equilibrada por representantes de Apruebo Dignidad y del Socialismo Democrático. Pero no bastan nuevos nombres y nuevos equilibrios si el Presidente, el Gobierno y los partidos que lo respaldan no enfrentan simultáneamente tres desafíos: respaldar a los partidos en el Parlamento en la continuidad del proceso constitucional que se materializará en una propuesta de nueva Constitución; persistir en las reformas estructurales en salud, previsión y laboral, así como en la base material de dichas reformas, cual es la reforma tributaria. Y por último y lo más importante, enfrentar la situación de crisis económica y social derivada del bajo crecimiento y del aumento de la inflación y, por sobre todo, los temas de la seguridad ciudadana sin complejos, sin prejuicios y sin vacilación.
El escenario se aprecia amenazante en el sentido de que una parte de la derecha podría querer dilatar la continuidad del proceso constitucional por la vía de objetar y/o cuestionar los procedimientos para elegir una nueva Convención, pues hay que considerar que la derecha salió muy fortalecida de nuestra derrota. Les recuerdo que la derecha obtuvo solo un 22% en el plebiscito de entrada, mantuvo ese mismo porcentaje en la elección de sus 37 convencionales, recuperó hace 10 meses en la elección parlamentaria el 38%, y en la segunda vuelta con su candidato llegó a 44%, y el rechazo obtuvo el 62% con el aporte de los amarillos y de la centroizquierda por el rechazo. Ya se escuchan voces en la derecha económica que no es el momento de las reformas y que el resultado del plebiscito llama a cuestionar dichas reformas.
Por todo lo anterior es imprescindible que el Presidente, el Gobierno y los partidos que lo respaldan mantengan su compromiso de una nueva Constitución, mantenga su compromiso con el programa transformador y, por sobre todo, una vez más, enfrente el tema de la seguridad ciudadana en todas sus dimensiones.