Benjamín Vicuña Mackenna decía, en un texto cuyo nombre olvidé, que nada les gustaba más a los chilenos que las elecciones. Y tenía razón. ¡Es que nada hacemos mejor! Es un día de suspensión, en que cada uno ejerce su autocontrol de acuerdo al rol que le corresponde. Hay un libreto que por alguna razón ejerce un verdadero respeto. Somos todos tan amables, todos tan respetuosos, todos tan orgullosos de serlo.
Es increíble vernos en ese día los mismos que nos hemos maltratado de una manera horrible el último tiempo. La elección con más participación en la historia de Chile arroja un resultado con una opción que no tiene rostro, ni liderazgo. Una opción como el Rechazo es de suyo un tanto abstracta y difícil de comunicar. Mi intuición es que las campañas no tuvieron tanta importancia. Que los dados estaban semiechados antes. Aun así, el resultado es abismante.
La política chilena es sorprendente. Hemos estado de crisis en crisis y lo cierto es que la última palabra la han tenido las instituciones.
No es menor.
Eso no lo hace ningún modelo. Cada vez soy más reticente al valor que muchos le dan a que el mundo nos mire. ¡Genial que así sea! Pero no hay nada más “colonialista” que alabarlo. En las ciencias naturales hace un rato que nos estamos posicionando como laboratorios naturales. Resulta además que somos laboratorios políticos. Nada más del gusto de las ciencias sociales internacionales que tener este laboratorio. Sí, lo fuimos con la Unidad Popular. La vía democrática hacia el socialismo produjo en las izquierdas mundiales tanta fascinación como reflexión. Pero falta un pequeño detalle: no fueron los analistas políticos de la izquierda europea los que vivieron el fracaso de aquello. Fuimos nosotros. Ya sabemos qué pasa con los conejillos de Indias en los laboratorios. Es interesante que el mundo nos mire, pero que nos mire desde nosotros mismos y no desde sus nostalgias progresistas.
Habrá muchos análisis sobre estos resultados. Lo que parece increíble es que todavía persista la vieja costumbre, especialmente del PC, de explicar la derrota por la alienación de sus contrincantes. Es culpa del capital, de las AFP, de las fake news, de campañas millonarias y todo lo que se quiera. Pero no hay errores propios. Es una lectura autocomplaciente.
El principal desafío hoy es aprender a leer. Lecturas que no son lineales. ¿Cómo se explica esta votación dentro de las claves con que se ha interpretado el estallido de octubre? ¿El triunfo del Presidente Boric? ¿El resultado del plebiscito de entrada en un tiempo de pandemia, inflación y precariedad laboral? ¿Qué pasó con la voluntad de cambio?
Pasó que la mayoría de los convencionales leyeron mal y muy mal la necesidad de cambios. Creyeron que los encarnaban de manera directa, sin mediación. Produjeron miedo creyendo que los cambios podían mudarse desde unos textos de nicho y diversas ONG a una realidad tan compleja y multiforme como lo es toda sociedad. Espantaron el cambio.
A mi juicio, el error irremontable de la mayoría de la Convención Constitucional fue su prescindencia y, más aun, su desprecio del pasado. Y, por tanto, de la factualidad histórica a la que se enfrentaba. No le interesaba en lo más mínimo entender a otros. Su narcisismo fue aterrador.
Si antes se ha dicho “el problema es la economía, estúpido”, o la política, me atrevo a decir que el problema es la historia. No querría agregar “¡es la historia, estúpido! No. Salvo que los proyectos políticos que no auscultan la realidad histórica en que están insertos y solo se alimentan de su propia idea de futuro tienen su tiempo contado.
La utopía sin historia ha demostrado con creces su fracaso.
El futuro ahora está abierto y pareciera que nos vamos a comportar como en los días de elecciones, más que como espantapájaros del cambio. Y será, a pesar de todo, una oportunidad para el Gobierno de mostrar su templanza y su lectura.
Esa es mi lección del domingo. Gobernar con la historia como aliada y no como enemiga.
Sol Serrano