La reciente declaración del Comité Permanente del Episcopado describe sociológicamente al país advirtiendo una evidente polarización de la población, diagnóstico que es compartido no solo por creyentes, sino por agnósticos, ateos, librepensadores, etc.
Cuando pensamos en su remedio, nos preguntamos como en el evangelio: ¿Quién puede "calcular los gastos, a ver si (tenemos) para terminarla?" (Lucas 14,28). En esta batalla por la paz y la unidad, ¿podemos "salir al paso del que lo ataca con veinte mil?" (San Lucas 14,32). Para los bautizados, este desafío es posible, con la ayuda de Dios. Pero nos pueden enrostrar: ¿Qué nos van a enseñar ustedes, si han tenido tantos recursos y tanto tiempo para evangelizar nuestro país y mira lo que nos han dejado?
Para algunos, este diagnóstico sociológico es la constatación del fracaso de Cristo en nuestra sociedad. Ellos dirán: ¿Será prudente insistir en una fórmula que no sirvió? ¿Por qué no inventamos una nueva religión acorde a los tiempos modernos y progresistas?... ¿Qué contestar ante preguntas razonables que no necesariamente son mal intencionadas?... ¿Soy yo o Cristo el que fracaso? ¿Ambos? ¿Es el mensaje o el mensajero quien tiene que responder?
Dejemos a los políticos las soluciones políticas, a los economistas, juristas, profesores, ingenieros... y nosotros los bautizados y sobre todo los pastores (los párrocos también somos pastores) ¿no tenemos ninguna responsabilidad en lo que ocurre en nuestro país?
Nos unimos a los obispos, en su búsqueda de la paz social (nº 6), y esa paz la encontramos en la conciencia: no existe la violencia, sino personas violentas. La conciencia para un cristiano es la voz de Dios en su vida personal y social, que da origen a una ética encarnada en los bautizados.
Con nuestro ejemplo, con nuestra vida ¿hemos dado respuesta al relativismo imperante? ¿Afirmo que Jesús es "el camino la verdad y la vida"... sin causales y contextos? ¿Se ha infiltrado este relativismo en mi propio testimonio de vida... viviendo de la excepción?
Esta unidad que anhelamos para el país, ¿la contemplo yo entre los bautizados que tenemos la misma fe, los mismos sacramentos y los mismos mandamientos? ¿En la Iglesia estamos reunidos o unidos?
La descripción de los obispos incluye el triunfo de las ideologías que viven de la lucha de clases, del enfrentamiento de los sexos, de los padres con los hijos, de los blancos con los negros, de culturas dominantes y otras subyugadas, etc.
Jesucristo nunca habló de enfrentamiento. Por supuesto que había desigualdades en su tiempo, pero no las explotó a su favor y menos las exasperó. Hoy vemos a san Pablo interceder por un esclavo: quiero que "lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor" (Filemón, 1,15-16). Así solucionan los cristianos los grandes conflictos sociales, las desigualdades y las injusticias: sin violencia.
La sociedad chilena espera mucho de sus ciudadanos bautizados y de sus pastores , porque contamos con una profunda, rica y extensa predicación del perdón y de la misericordia. Tenemos una deuda como Iglesia, que debe transformarse en una misión.
Algunos utilizan hoy los abusos e inmoralidades cometidos hace 50 años para perpetuar el odio y la violencia entre nosotros. La Iglesia a nivel nacional puede purificar y dar sentido a estas heridas con la enseñanza de Jesús: "Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos" (Salmo 89, 13.14.17).
"Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?"
Lucas 14, 28-30