David Escalante, llamado “Chiquito”, centrodelantero de Cobreloa y en ocasiones predicador evangélico, es hombre religioso y esparce las enseñanzas de Dios por las calles de la ciudad y los pasillos de las cárceles. Así lo ha dicho, pero como a cualquier persona, de repente se le viene abajo el estante y es un ser humano normal, o sea imperfecto. Especialmente si su equipo pierde, le arrebatan goles que pensaba legales o el árbitro les carga el pito, entonces sale del partido, hierve, habla y es humano hasta por los codos: “Otra vez nos vuelve a condicionar con el arbitraje, otra vez nos vuelve a robar. Es muy notorio esto ya. (…) Tampoco tenemos peso en la ANFP. En cambio, ellos tienen mucho peso. Tienen a Cristián Ogalde, con Magallanes y dueño de Santa Cruz, y San Felipe tiene mucho peso con Raúl Delgado”.
Después pidió disculpas, pero era tarde y la maquinaria movió su engranaje en torno al artículo 68 y letras.
La ANFP, la ofendida, abrió proceso.
El Tribunal de Disciplina de la ANFP, justamente, lo castigó con cuatro partidos, lo que es bastante, e incluso supera patadas alevosas, golpes traicioneros y manos decisivas. En realidad fue poco: podrían haber sido 50.
El 68 sanciona en un amplísima medida los atentados al fair play, y lo que eso signifique. Está lo evidente, como injurias y ofensas, pero para que todo quede dentro: “Cualquier acto que pudiese provocar el descrédito, menoscabo o que pudiere afectar la transparencia de la actividad futbolística en su conjunto, o de los personeros que la representan”.
El artículo protege el cargo, la dignidad y la pureza de la ANFP y sus miembros, según el Código de Procedimiento y Penalidades de la ANFP, que va por la octava edición, y que estaba vigente durante Sergio Jadue, lo que es un detalle, como tantas cosas de esa época.
Lo de árbitros malos, paupérrimos, escudados en el amiguismo y nepotismo, lo dijo Javier Castrilli, contratado y después ido, pero eso no lo puede decir un jugador. Que ni lo piense. Lo ideal es que no tenga nada en la cabeza, mejor vacía y a jugar.
Lo de transparencia de la ANFP, y de cada uno de sus alegres asociados, es un chiste andante, y es cosa de ver el secretismo, deudas y la ordeña del Canal del Fútbol por la Sociedades Anónimas Deportivas. Algo de lo que todo el mundo habla, escribe y ríe. Excepto los que ya sabemos, así que pórtense bien, no se arriesguen. Les pagamos por jugar. Punto.
Al final del campeonato pasado, con lo de Melipilla y Huachipato, y el pool de árbitros danzantes, se sospechó cualquier cosa: presiones, arreglos y arreglines. Hay gente que aún lo cree. Los jugadores, en cambio, solo deben creer las penas del 68: entre cuatro y 50 fechas.
¿Libertad de expresión?
¿Manifestar opiniones e ideas sin temor a represalias?
Para eso la letra y el espíritu del 68: juegue callado, cobre a fin de mes, no hable tonteras, mire para el lado y no se haga mala sangre.