Hoy termina un proceso desgastado, con una Convención que perdió su credibilidad y entregó un mal producto. De no mediar sorpresas, mañana comenzará un nuevo proceso, marcado por la desconfianza y una situación económica difícil. Sumado a una ciudadanía que se ha ido alejando de la política, y que parece privilegiar liderazgos livianos, la nueva etapa es muy compleja. Para tener éxito, cualquier esfuerzo debe reconocer un principio simple y universal: cuando la confianza se pierde, se requieren pasos agresivos para recuperar el terreno perdido.
Ejemplos abundan. En las relaciones de pareja, la comunicación es clave. Relaciones estropeadas por falta de credibilidad requieren de un esfuerzo mucho mayor para recomponerse, ya que la solución pasa por mostrar un verdadero interés en reparar los daños. Ello no solo exige asumir las responsabilidades, sino también cambiar conductas, lo que es más exigente a medida que la confianza es menor.
La historia no es muy diferente en los negocios. Cuando una empresa no ha sido cuidadosa en el trato a sus clientes, no solo debe reconocer el daño y compensarlo, sino también mostrar un cambio en su actuar. Entre mayor la desconfianza de los clientes con la empresa, mayores serán las exigencias para esta última si pretende recuperar la fidelidad de los consumidores.
El último ejemplo lo hemos visto en los días recientes a propósito de la inflación en Estados Unidos. En un esperado discurso, el presidente de la Reserva Federal dejó en claro que la institución que dirige iba a tomar muy en serio el control de la inflación. No es que antes no lo hiciera, pero a medida que la inflación se hace persistente, resulta demasiado costoso bajarla. La llamada razón de sacrificio en política monetaria —entendida como la pérdida de producto por cada punto que se quiere bajar la inflación— tiene un fundamento claro: sin credibilidad, es necesaria una acción más dura del Banco Central para convencer a las personas y las empresas de volver a creer.
Este principio aplica en la política chilena. Con la confianza dañada, hay que ser más audaz. A partir de mañana surgirá una nueva oportunidad, pero si se pretende tener éxito, debe reconocerse que la razón de sacrificio se ha puesto cuesta arriba. Estabilizar el país requerirá un esfuerzo en lograr un acuerdo efectivo para cerrar bien el capítulo constitucional, y avanzar paralelamente con una agenda que se haga cargo de las necesidades de la gente. Si la ideología y el cálculo chico se imponen, quizá no exista otra oportunidad para satisfacer las demandas de seguridad, empleo, acceso a salud y educación de los chilenos.
Sebastián Claro