Con nuestro voto de mañana, el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” tendrá su último hito. Este proceso surgió para que el Presidente Piñera pudiera terminar su mandato. De nuestros vecinos sabemos lo importante que es esto para una democracia. El acuerdo se ha cumplido al pie de la letra y en los plazos establecidos. A pesar de la fractura de muchas de nuestras instituciones, el país pudo salir a través de una vía institucional de la mayor crisis desde el inicio de la democracia. El Acuerdo nos ha entregado enseñanzas importantes.
Primero, el plebiscito de entrada nos dijo con claridad que el país quiere una nueva Constitución. Segundo, la elección de los representantes nos mostró que el solo hecho de ser personas independientes, no vinculadas a partidos políticos, no es sinónimo de mejores resultados. Tercero, nuestra institucionalidad política es capaz de llegar y cumplir acuerdos aun en períodos de enorme convulsión social.
Idealmente, el proceso hubiera terminado con un texto con altos niveles de aceptación. No fue así, pero no es terrible. Esto era una alternativa. Es un hecho que el 4 de septiembre no cerrará nuestra conversación constitucional, y que el camino que seguirá tendrá complejidades y mantendrá niveles de incertidumbre. ¿Podremos transitar este camino? Creo que sí. Pues a pesar de que el clima esté crispado, este es sin duda mejor que el de ese 15 de noviembre, y durante la discusión constitucional han surgido consensos en temas importantes.
Como lo ha mencionado el mismo ministro de Hacienda, existe un amplio consenso de que la propuesta constitucional tiene muchas falencias que hay que subsanar. Hoy el tema es decidir cuál es la mejor alternativa para alcanzar una buena Constitución. Ahí está el “Aprobar para reformar”, el “Rechazo para una buena”. ¿Qué considerar para tomar esta decisión?
Primero, analizar qué opción, Apruebo o Rechazo, facilita el camino para cambiar la actual Constitución por una que establezca el marco de sociedad donde una gran mayoría de chilenas y chilenos quiera vivir. Al decidir debemos considerar que luego de conocido el resultado del plebiscito, una fracción de los ganadores puede ver con recelo el hacer cambios. Si gana el Apruebo, puede surgir la tentación, para sus grupos más extremos, de no realizar cambios argumentando que el plebiscito de entrada mostró que la gente quiere una nueva Constitución, y la propuesta evacuada por la Constituyente, a pesar de no tener un apoyo abrumador, es aceptada por la mayoría de la población. ¿Por qué después de ambos plebiscitos debemos interpretar la votación? ¿Quién sabe cuántos votos eran “aprobar para reformar”? Dos tercios de los constituyentes, elegidos democráticamente están por aprobar a secas. Luego, será difícil levantar la postura que “el pueblo quiere reformar el texto”, y que estas reformas son las acordadas por los partidos de “Aprobar para reformar”. Además, se podrá argumentar que si un grupo de “centro izquierda” se “descolgó” del Apruebo, e hizo una campaña activa diciendo que la Constitución tenía serios problemas, el grupo que termina votando Apruebo es más sesgado a no realizar cambios.
Si gana el Rechazo, dilatar el proceso de un cambio constitucional es una tentación para algunos votantes del Rechazo, tal como ya lo han planteado desde el sector más de derecha del país. Esta conclusión no es antojadiza, la derecha ha bloqueado muchas veces los intentos de cambios en los últimos 30 años.
Con todo, al evaluar ambas alternativas, el riesgo con el Apruebo es mayor. En el caso del Rechazo, el plebiscito de entrada fue muy contundente por una nueva Constitución, y el rechazo del texto propuesto no se puede interpretar como que no se quieren cambios. Además, un grupo de centro y centroizquierda ha llevado una campaña muy activa por “el Rechazo para reformar”, por lo que no se puede argumentar que el Rechazo es un voto duro de derecha. Este grupo, compuesto por senadores socialistas y democratacristianos, logró bajar el quorum para modificar la actual Constitución, y con ello poder llamar a un nuevo proceso constituyente. Ante este escenario, si parte de la derecha decide nuevamente dilatar los cambios, este grupo tendrá todos los incentivos para impulsar el cambio constitucional, obteniendo un gran rédito político.
Al votar también se debe considerar si el camino permite reducir el impacto negativo de la incertidumbre que hemos vivido desde el estallido social. Es válido plantear que, al aprobarse el texto constitucional, sin considerar los cambios que han sido propuestos por los “Aprobar para reformar”, existe un camino definido de los pasos que vienen. Esto permite a los agentes económicos ajustar sus estrategias a esta nueva realidad. Ahora, esta opción, tiene asociado importantes costos. Como lo han planteado economistas de ambas opciones, en mayor o menor medida, esta propuesta constitucional tiene elementos importantes que no favorecen el desarrollo. Luego, surge la duda de si no es mejor asumir el costo de un período adicional de incertidumbre a fin de seguir en la búsqueda de una Constitución más adecuada para el desarrollo, y con esto más adecuada para cumplir los derechos sociales que la sociedad pide. Es difícil pensar que, de ganar el Rechazo, un nuevo proceso constitucional no tomará como aprendizaje que propuestas maximalistas de grupos de interés extremos no logran el acuerdo de un 50% de la población para ser aprobados.
Así, el 4 de septiembre viviremos un gran hito, pero este será solo un hito más en este proceso de cambio. Luego de esta elección debemos seguir trabajando. Con todo, tanto el resultado del plebiscito como la forma en que lo acepte la opción perdedora, determinará que tan difícil será el camino para lograr una nueva y buena Constitución para Chile.