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Editorial
Miércoles 31 de agosto de 2022
Performance en Valparaíso
El profundo desprecio hacia el país que este episodio expresa no es ajeno al ánimo que prevaleció en una parte de los convencionales.
El grupo “Las Indetectables” —banda abocada a “compilar un patrimonio travesti”— presentó el sábado una actuación que mostraba desnudos explícitos y gestos de alta connotación sexual ultrajando la bandera chilena, como parte de un acto en Valparaíso del colectivo Apruebo Transformar. Ello generó un amplio rechazo de vastos sectores ciudadanos y políticos. Dado que Apruebo Transformar tiene como propósito aprobar la nueva Constitución “sin condiciones”, el hecho de que “Las Indetectables” hubieran sido invitadas a ese acto, ineludiblemente contaminó la imagen del texto con el sustrato ideológico que subyace a la presentación del grupo y que generara extendido repudio público. Por lo mismo no es extraño que las autoridades de gobierno, encabezadas por su vocera, Camila Vallejo, condenaran el acto de la manera más categórica, se desmarcaran de su contenido y declararan estar estudiando las acciones judiciales que pudieren derivarse, tanto por la ofensa a símbolos nacionales como porque tuvo lugar en un espacio público al que tenían acceso menores de edad.
Apruebo Transformar está conformado, entre otros, por los exconvencionales Tania Madriaga, Manuel Woldarsky, Alejandra Pérez, Natividad Llanquilleo, Francisca Linconao, Eric Chinga, Isabel Godoy y Wilfredo Bacián, junto a alcaldes y concejales, entre quienes destaca el edil de Valparaíso, Jorge Sharp. Este, a pesar de su postura distanciada del Gobierno, también se vio en la necesidad de condenar el acto, arguyendo que no sabía de su contenido antes de la presentación.
La discusión respecto de eventuales infracciones legales que el grupo pudo haber cometido arriesga, sin embargo, distraer respecto de los alcances políticos de fondo que el episodio plantea. En efecto, en países como EE.UU. no se considera delito el ofender a la bandera nacional, y aunque las actuaciones públicas de este tipo ante menores son a todas luces condenables, existe un espacio de libre expresión creativa respecto del cual hay legítimas diferencias en torno a su límite. Más allá de esos debates, empero, subyace a este lamentable espectáculo una concepción de profundo desprecio hacia el país y su historia —la idea de “abortar Chile”, proclamada en la performance—, no ajena al ánimo que manifestó una parte de los convencionales a lo largo del proceso de elaboración de la nueva Constitución, partiendo por su bochornosa instalación, marcada por las pifias al himno nacional.
Elocuente es el hecho de que el mismo grupo ya había realizado en el pasado actos públicos similares sin merecer entonces la misma condena, por ejemplo, de parte de quienes ahora, desde el Gobierno, lo han cuestionado. En efecto, ya el 24 de octubre de 2019, las mismas “Indetectables” junto con otros colectivos denunciaron “la violencia de los desaparecidos, asesinados y torturados en las últimas protestas”, y se dirigieron al frontis de la Universidad Católica, donde realizaron una “acción relámpago porno terrorista”, usando juguetes sexuales para penetrar a dos participantes mientras desplegaban la bandera chilena, al tiempo que orinaban la estatua del exarzobispo de Santiago Crescente Errázuriz. No se vieron entonces en la mayoría de esos sectores las reacciones escandalizadas de estos días.
Ese diferente estándar para calificar situaciones similares habla, por cierto, de la distinta fase política en la que se encuentra el país. Entonces, en medio de una violencia desatada, esos actos formaban para muchos parte de la estética del momento y, quizás, incluso de su ética. Tres años más tarde, con una ciudadanía hastiada de la anomia y los problemas de diverso tipo que ella trajo, y además —según las encuestas— desencantada con la propuesta constitucional, lo que el actual oficialismo antes permitía hoy lo condena, especialmente si puede dañar la opción plebiscitaria que apoya.
Con una visión positiva, este cambio de actitud —que tal vez algunos estimarán influido por razones electorales— también puede ser señal del inicio de un ciclo distinto, en el que la búsqueda de nuevos acuerdos reemplace a las trincheras del ideologismo extremo como forma de conducción del proceso social.