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Cartas
Lunes 29 de agosto de 2022
¿Dónde están los profesores de Filosofía?
Señor Director:
En su carta del 28 de agosto, el Dr. Jaime Retamal Salazar se refiere a la actual escasez de profesores de filosofía en la educación media, y plantea, de un modo franco y honesto, unos cuantos interrogantes que deberían motivar una reflexión seria sobre el asunto, incluso si se discrepa del modo en el cual formula algunos de ellos.
Por caso, su reflexión crítica acerca de los proyectos regulares Fondecyt aprobados en la última década puede enturbiar la discusión más que ayudar a clarificarla. La investigación especializada y la enseñanza en el nivel escolar son cosas muy diferentes. Ciertamente, se puede ser crítico e incluso muy crítico del estado en el que se encuentra hoy la investigación especializada en filosofía, y se pueden plantear dudas razonables sobre la necesidad de financiarla con fondos públicos, al menos, en el modo en el que se lo hace actualmente. Pero este es un asunto que no debería interferir demasiado con la discusión acerca de si la filosofía ha de estar presente en la educación secundaria y de qué modo.
El punto de contacto entre ambos asuntos al que apunta el Dr. Retamal es el que concierne a la formación de quienes han de desempeñarse como profesores en el nivel secundario. Pero esto último tiene que ver más con el modo de organizar los estudios de grado en filosofía que con el estado en el cual se encuentra actualmente la investigación especializada. En cualquier caso, no parece que convenga discutir todo al mismo tiempo.
Respecto de la cuestión central, acierta el Dr. Retamal en denunciar la victoria pírrica que se obtiene allí donde la cuestión de si y cómo ha de estar presente la filosofía en la educación media se convierte en el campo de batalla de intereses de grupos y termina resolviéndose finalmente del único modo en el que la tecnocracia educativa puede hacerlo: a través de una repartija de las horas lectivas obligatorias, ya que esta es la única torta que tiene para repartir.
La victoria es pírrica no solo por la razón indicada por el Dr. Retamal: la posterior ausencia de profesores para cubrir las horas lectivas impuestas. Hay aquí algo de mucho mayor calado, y es la cuestión de si verdaderamente sirve a la propia filosofía y a quienes puedan interesarse por ella disponer de una presencia curricular garantizada de modo coactivo. Por cierto, esta es una pregunta que podría plantearse también respecto de muchas otras disciplinas. Pero en el caso de la filosofía parece incluso más acuciante, porque hay algo en su propia esencia que la hace intrínsecamente vocacional y, como tal, refractaria a la coacción. Por lo mismo, a la hora de volver a pensar en el vínculo íntimo que une el conocimiento con la libertad, el caso de la filosofía podría adquirir incluso un carácter paradigmático.
La actual tecnocracia educativa parece movida por un incontenible afán de control, que busca nivelarlo todo por la vía de la “estandarización”. ¿Estaría dispuesta a dejarse llevar al inseguro terreno de una reflexión de este tipo, que tiene ella misma un carácter filosófico, y que podría conducir, en último término, a conmover las bases mismas de la ideología intervencionista en la que la propia tecnocracia educativa cree encontrar su justificación?
Alejandro G. Vigo