No es una obligación laboral, pero los directores técnicos de la selección de Chile, en este caso Eduardo Berizzo, por lo general, asisten a los partidos decisivos o aquellos con tradición, como son los clásicos.
Las cámaras de televisión los enfocan mientras observan o comentan o toman notas, y la sensación que dejan, por supuesto, es que están trabajando. No es así, porque no es su deber asistir en persona y menos marcar tarjeta. Si quiere va al estadio, pero si no está de ánimo, cero problema, no asiste y punto. Nadie podría reprocharle nada, además está la televisión desde el living de su domicilio, lo que implica repeticiones y diversos ángulos para jugadas clave. Incluso, si el partido es a la hora de la siesta, por ejemplo un sábado a las tres de la tarde, lo deja grabando y lo ve más tarde, ya despejado y sin modorra.
El trabajo de un entrenador de selección es un misterio.
Es evidente que durante un par de semanas su dedicación es total, integral y solo vive para eso. Es el caso de la gira asiática de la selección, derrotas con Túnez y Corea del Sur, y empate con Ghana, donde después se cayó a los penales. Quince días eléctricos de la primera mitad de junio, cuando en Chile estábamos en otoño.
Ahora cruza el largo invierno, y cuando terminen sus tres meses, vendrá un nuevo segmento laboral, siempre en el rango de los amistosos. En el RCDE (Real Club Deportivo Espanyol) Stadium, por Barcelona, y frente a Marruecos, el viernes 23 de septiembre; y en Viena, martes 27, el rival será Qatar. Así que todo ocurrirá en la próxima primavera que se inicia, desde nuestra geografía y punto de vista.
El trabajo de un entrenador, en los meses vacíos y sin convocados visibles, es un real enigma.
¿Cómo habrá trabajado Eduardo Berizzo durante el invierno que aún no acaba?
¿Ver fútbol? De todas maneras, aunque habría hecho lo mismo si estuviera cesante.
¿Ver videos hasta el cansancio? Es posible. También reunirse con colegas, escucharlos, y terminar agotado.
¿Analizar el biotipo de sus convocados y revisar gráficos, planillas y plantillas?
¿Estudiar la interconexión emotiva y futbolística que parte en la Sub 15, germina en la Sub 17, florece en la Sub 20, explota en la Sub 23 y se consolida en la absoluta?
¿Acaso rastrear a un nieto de iquiqueño que juega por Noruega o a un hijo de penquista que se las bate en Georgia?
¿Escuchar los consejos y la visión de mundo de Francis Cagigao?
En fin.
Después de un final de septiembre tenso y exigente, por los encuentros con Marruecos y Qatar, porque ya las cosas se empiezan a medir, vendrá un nuevo colchón de tres meses.
Entre medio, eso sí, se juega el Mundial de Fútbol 2022.
¿Eduardo Berizzo debería ir?
Puede ser, es caro y va a mirar, pero dicen que en un Mundial se aprende y mucho.
Hay que recordar que Reinaldo Rueda, cuando era entrenador de Chile, fue al Mundial de Rusia.
¿Debería ir?