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Cartas
Jueves 25 de agosto de 2022
Nueva Constitución
Señor Director:
Cada Constitución es hija de su tiempo. Encarna las transformaciones que el nuevo ciclo vital de la sociedad reclama y que el pueblo está dispuesto a conquistar. La vigente —aun considerando los cambios que se le han realizado— es sustancialmente ilegítima, se creó y plebiscitó con fraude, bajo dictadura, y está inspirada en un pensamiento totalitario, más allá de sus partes mejoradas. La inspira la explícita misión de garantizar “que si llegan a ganar (el poder político) los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distante a la que uno mismo anhelaría” (Jaime Guzmán), y de mantener un sistema que ha sido injusto para las grandes mayorías.
La gran pregunta para este próximo 4 de septiembre es si vamos a elegir seguir encadenados a ese pasado o aprobaremos una nueva Constitución que consagre un país civilizado y libertario, radicalmente democrático y de bienestar universal como signo de nuevos tiempos. La respuesta que demos marcará la convivencia para todo el siglo XXI…“flores o fuego, no lo sé, pero algo debe germinar, crecer, latir entre nosotros: hay que dejar establecida la nueva ternura en el mundo”… declamó el poeta.
Chile vive uno de esos momentos en que es preciso mirar más allá de los árboles y atisbar que se está en medio de un proceso donde lo mejor está por venir: una Constitución del bien común, que permita a todos y todas, sin distinción, sentirse acogidos en su propia tierra, cualquiera sea su condición, comprometidos con sostener juntos este hogar compartido. Los cambios que advienen debieran conducir a Chile a un nuevo lugar: hacia un mínimo civilizatorio donde la dignidad se haga costumbre e imperen el aprecio y el respeto.
Aprobando la nueva Constitución tenemos por delante un futuro que se nos abre como un espacio por inventar desde las contingencias emergentes y la voluntad patriótica de ser. La Constitución del 22 abre las grandes avenidas para transitar hacia un nuevo sentido común nacional, uno cuyo sello sea, inequívocamente, el bien común: el buen vivir con prosperidad compartida, la libertad de los iguales, incluidos, ahora sí, los siempre ninguneados.
José Sanfuentes