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Cartas
Sábado 20 de agosto de 2022
Boxeo en el Instituto Nacional
Señor Director:
Si, como se aprecia en la fotografía que ilustra la noticia (edición de ayer), los alumnos del Instituto Nacional y el Internado Barros Arana cultivaban la disciplina del boxeo olímpico con los implementos de seguridad respectivos, cabe preguntarse si sería igual de alarmante que los jóvenes se congregaran en el parque a una pichanga de fútbol, baloncesto, rugby o carrera en sacos, la respuesta es no, hasta es posible que se publicara en la sección Deportes.
Tengo mi propia explicación, burda, por cierto, acerca del porqué del aumento de la violencia juvenil. Creo que esta se vio acrecentada cuando la noble disciplina de los puños fue declarada por un grupo de pacíficos galenos poco menos que deporte contra natura en el país, y sus cultores, unos cuasi bárbaros.
Amílcar Brusa, entrenador argentino de más de una decena de campeones mundiales de boxeo, entre ellos el inolvidable Carlitos Monzón, señalaba desde su gimnasio en un barrio bonaerense, que enseñaba boxeo a los chicos porque esto le permitía sacarlos de la calle, droga y delincuencia.
Quienes somos más viejos recordamos que las diferencias entre escolares se arreglaban a pura mano limpia no más, sin dagas ni estocada; quien caía, perdía y con cierta nobleza los contrincantes se daban la mano y cuenta saldada. Sin embargo, hoy algunos muchachos creen que cuchillos, arañas, puntos y cortaplumas se incluyen en la lista de útiles escolares.
El boxeo es un deporte, no una riña callejera, que tiene sus raíces en la Grecia clásica, cuna de nuestra civilización occidental. Quién sabe si ilustres filósofos se deleitaban admirando a los efebos a los que se les ocurría practicar y hacer gala de sus destrezas olímpicas en medio del ágora. Imagino que nadie, por cierto, se espantaba. Será por eso que antaño el boxeo se practicaba en los colegios de curas, laicos, moros y cristianos.
Héctor Martínez Díaz