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Editorial
Miércoles 17 de agosto de 2022
Independientes y política
El país debe extraer las lecciones que el experimento llevado a cabo en la Convención ha arrojado.
La presidenta del PS, Paulina Vodanovic, expresó a este diario que “tal vez el principal problema del resultado de la Convención fue llevar listas de independientes”. Probablemente intentaba explicar así la ventaja que hoy la opción Rechazo registra en las encuestas, quizá el resultado de que los votantes, al haber favorecido listas de independientes sin conocer con claridad su postura ideológica, terminaron eligiendo una Convención que no representó a cabalidad sus ideas y anhelos, lo que se tradujo en contenidos constitucionales desconectados del sentir ciudadano. Por su parte, el exdiputado Pepe Auth, promotor en su momento de la iniciativa de permitir listas de independientes, respondió diciendo que fue la deslegitimación progresiva de los partidos políticos lo que “hizo inviable una Convención monopolizada por estos”. Ello, aunque reconoció que quienes votaron por independientes en realidad lo hicieron “sin saber siquiera lo que cada lista representaba”, validando así la afirmación inicial de Vodanovic.
Aunque es cierto que permitir la agrupación de independientes en listas —lo que parece un oxímoron— tuvo como objeto que la población pudiese escoger entre candidatos sin pertenencia a partidos políticos en un momento de fuerte desvalorización de estos, no se consideraron los enormes problemas que ello podría generar. En efecto, el carácter independiente de esas listas solo indicaba que sus miembros no estaban inscritos en un partido político, pero no que carecieran de posiciones ideológicas, las más de las veces desconocidas por la población. No solo eso: como cada lista sumaba los votos de todos sus candidatos para determinar la “cifra repartidora”, si un nombre con alto conocimiento ciudadano conseguía muchos sufragios para los que su no militancia resultaba fundamental, eso permitía arrastrar a varios otros candidatos cuyas posturas ideológicas solo venían precedidas del ambiguo título de “independiente”. Bajo tal envoltorio, subyacían agendas a menudo radicalizadas, como se pudo observar en su desempeño como convencionales. Los elegidos en esas listas tuvieron además un comportamiento grupal en la Convención similar al que tienen, por ejemplo, los parlamentarios pertenecientes a una misma colectividad, actuando como bloques y negociando entre ellos, y también experimentando conflictos internos o cambiando militancias; de hecho, aunque quisieron evitar la palabra “bancada” —probablemente por su vínculo con la política parlamentaria—, se bautizaron como “colectivos”. Las conductas de varios replicaron y hasta exacerbaron algunos de los peores comportamientos atribuidos a políticos tradicionales, desde la falta de transparencia hasta la mentira pública.
El país debe extraer las lecciones que este experimento arrojó. Los grupos independientes, reunidos para una única elección, no tienen la carga de responsabilidad política que los partidos asumen con sus posturas permanentes ante la población. Estos no solo se sustentan en una historia, a partir de la cual la ciudadanía proyecta sus actuaciones futuras, sino que sus posiciones están basadas en planteamientos programáticos, fundados, a su vez, en posturas filosóficas o morales conocidas. Estas pueden ser desafiadas y debatidas en la arena pública, justamente porque son conocidas. En cambio, los grupos independientes se unen coyunturalmente bajo el alero de un eslogan atractivo, lo que no es suficiente para que la población pueda informadamente anticipar sus posiciones y decidir así su voto, con el agravante de que, si desencantan a quienes los apoyaron, estos no tendrán la ocasión de “castigarlos” en la siguiente elección. Por cierto, algunos podrían apostar a una acción más permanente en el tiempo, pero ello querría decir que se habrían transformado ya en partidos políticos, en cuyo caso deberían atenerse a las mismas reglas y exigencias que estos deben cumplir. La democracia representativa no funciona adecuadamente sin partidos políticos fuertes y responsables. Quizás este ejercicio sirva para revalorizar su papel y también para que sus dirigentes recapaciten sobre los errores que los pusieron en una situación de tan profundo descrédito, abriendo el espacio para el aventurerismo de quienes se proclamaban “independientes”.