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Cartas
Miércoles 17 de agosto de 2022
El culto a lo feo
Señor Director:
La ciudad está aniquilada por los rayados que destilan odio y resentimiento. Al caminar por lugares públicos abundan expresiones de arte callejero, que en muchos casos solo alientan lo vulgar. En el plano musical, nuestros niños y jóvenes entonan canciones de distintos géneros cuyo factor común son letras explícitas sobre sexo, droga, alcohol, violencia y marginalidad. Los videos que acompañan a esta industria de la entretención en muchos casos son de alto contenido erótico o derechamente pornográficos.
Aunque existen muchas excepciones, el culto por la fealdad está siendo un impedimento para que nuestros jóvenes descubran lo bello y a través de esa experiencia espiritual puedan descubrir la vocación de servicio. Es francamente difícil que una persona atrapada por la cultura de lo horrendo tenga la sensibilidad para entender el contenido y profundidad de los nobles ideales que pueden alcanzar los seres humanos. Que una persona sea educada para apreciar y buscar lo bello que hay en la creación le ayuda a evitar que su conciencia moral no se degrade y pierda su libertad. Si seguimos por esta senda nihilista no estamos lejos de repetir el tristemente célebre espectáculo de los gladiadores, que era organizado para saciar el apetito de violencia y la crueldad de centenares de espectadores. Los romanos aceptaban acríticamente esta actividad a la que incluso le atribuían un fin educativo y fortalecedor del espíritu.
Cuando educamos a nuestros jóvenes enseñándoles que el aborto y la eutanasia son “derechos”, es muy difícil que luego puedan descubrir la belleza humana. No pierde vigencia en este punto lo dicho en la “Carta a Donato” (escrita en el año 246), donde San Cipriano describe lo horrendo del circo romano de manera insuperable: “se mata a un hombre para dar placer a otro hombre. Y el que alguien sepa matar es pericia, habilidad, arte. El crimen no solo se realiza, sino que se enseña. ¿Puede haber algo más inhumano?, ¿puede haber algo más cruel? El saber matar es ciencia y el matar, motivo de gloria” (San Cipriano, A Donato, Madrid: Ciudad Nueva, 1991, pp. 121-122).
Como no se puede vivir sin la belleza, tenemos que esforzarnos por generar las condiciones que permitan a todos acceder a las manifestaciones culturales que no deshumanicen. Es francamente inhumano proponer como ideales de una nueva Constitución que los progenitores tengan derecho a matar a sus hijos mediante el aborto y los que sobrevivan a ello luego maten a sus progenitores a través de la eutanasia.
Los adultos tenemos la obligación de generar alternativas para que, especialmente los jóvenes, puedan apreciar y optar por lo bello.
Alejandro Romero Seguel
Profesor de Derecho, Universidad de los Andes