Tras varios intentos de completar sus estudios en Bellas Artes, Teatro y Filosofía en la Universidad de Chile, Bruno Serrano (1943) ingresó al GAP, la escolta presidencial de Salvador Allende, lo que, obviamente, le costó caro: ser prisionero político en el estadio Chile y en el Nacional.
Desde el retorno a la democracia ha tenido una prolífica labor creativa como escritor y cineasta: una docena de colecciones de poesía, destacando Exilios, en colaboración con Jorge Montealegre; siete novelas, documentales, y un extenso, variado y versátil trabajo como divulgador de obras clásicas y modernas; coordinador de talleres literarios, en especial a presos y pobladores, y activo miembro de la Sociedad de Escritores de Chile. Además, Serrano se ha desempeñado como director del Área Culturas Originarias del Ministerio de Educación, ha participado en el Consejo Regional de las Artes en Valdivia y en los últimos veinte años ejerce como asesor con comunidades indígenas en procesos de recuperación cultural e identitaria. En suma, Bruno Serrano es un hombre de acción y de letras tan múltiple que resulta punto menos que imposible definirlo.
Y esto es, precisamente, lo que ocurre con Honrar al padre, su más reciente novela. Ciento por ciento autobiográfica, es, en parte, un texto de recargada ideología; en parte, conmovedor testimonio de una vida dedicada al sacrificio revolucionario con resultados previsibles; en parte descripción de una serie de personajes —que, sin excepción, corresponden a seres reales, de carne y hueso—, en fin, exposición de una época que abarca los pasados cincuenta años, enfocándose en las revueltas, rebeliones y revoluciones de los 60 y los 70, Honrar al padre es un friso histórico y personal intenso, desgarrador, apasionado de un conjunto de personas que se entregaron por completo a causas, tal vez equivocadas, tal vez no tanto, aunque con la certeza de comprometerse en pro de un mundo mejor.
Honrar al padre se detiene en especial en la época en la que Bruno Serrano intentó participar infructuosamente en la guerrilla del Che Guevara, sin aprobar el examen, según sus propias palabras; en la formación del MIR, con Miguel Enríquez, Lumi Videla, Cristián Castillo, Luciano Cruz como caracteres de la narración; en la bohemia santiaguina ya extinta de lugares como Il Bosco o Las Lanzas; en las extenuantes exigencias de supervivencia durante la clandestinidad, o bien en las infrahumanas condiciones sufridas en surtidas guerrillas a lo largo del continente y en otras partes del globo.
Honrar al padre, no obstante, es una narración intensamente letrada, y Bruno Serrano ha leído de un cuanto hay, desde autores y autoras consagrados, hasta detenerse con vehemencia, en la actual poesía y prosa latinoamericana, estadounidense y europea. Y esto salva a Honrar al padre de caer, a veces, en el panfleto.
Porque hay que decirlo con todas sus letras: estamos ante un ejemplar, cuyo autor, con profunda honestidad, aun cuando también con una fuerte ingenuidad, escribe como si todos sus lectores fueron o fuesen todavía, partícipes de organizaciones subversivas, con una retórica que cae en lo pueril.
Con todo, Honrar al padre es un texto valioso, bien escrito, bien estructurado, bien concebido, de lo que, hoy por hoy, es existir, muchos años después de la catástrofe.