Una teoría dice que la “revolución 2.0” que vive Chile se comenzó a fraguar hace una década, cuando el grupo de dirigentes que hoy gobierna el país marchó por las calles pidiendo cambios. La mayor transformación que demandaban era que las decisiones políticas ya no se adoptaran por las élites, entre cuatro paredes, a espaldas de la gente.
A esa manera de gobernar la llamaron “la cocina”.
Desde el actual Presidente Boric para abajo pidieron erradicar “la cocina” y empujaron un rebaraje completo del modelo. Y así vino el 18.10 y la asamblea constituyente. Los actuales gobernantes estaban felices, porque finalmente sería el pueblo, de manera paritaria e inclusiva con los pueblos originarios, el que cortaría el queque.
El Chile del futuro ya no se “cocinaría” en una cocina pequeña e inaccesible, sino que la preparación ocurriría afuera, al aire libre, a la vista de todos y todas y cada cual podría aportar los ingredientes que quisiera, para que el resultado fuese del gusto de todos y todas.
O sea, cambiaríamos “la cocina” por un “curanto en hoyo”: bien típico y participativo.
El problema es que desde el primer día quedó claro que un grupo controlaría qué se podía echar y qué no al curanto. Se dejaron fuera presas que eran imprescindibles para algunos comensales y en cambio se incorporaron ingredientes que se sabía les provocarían indigestión a no pocas personas. Para qué hablar de los condimentos: el exceso de merkén se notó desde el comienzo.
El resultado del enorme curanto en hoyo laboriosamente guisado durante un año “dejó mucho que desear”, como ha reconocido la presidenta del PPD. Desde hace meses las encuestas muestran que a la gente le provoca rechazo el plato: el 55% lo estima intragable.
El problema es que el 4 de septiembre el país debe votar en el plebiscito que dirimirá si tendremos que comernos o no el curanto. Y como todo indica que la gente lo rechazará, los actuales dirigentes decidieron hacer algo al respecto.
“¿Y si lo arreglamos un poco, le sacamos un poco la sal, le agregamos agua para diluir el merkén, incluimos un par de presas de las que quedaron fuera y le picamos cilantro encima? Seguro que queda más apetitoso”, pensaron nuestros dirigentes.
Y se pusieron manos a la obra. La presidenta del PS, y los presidentes del PC y RD fueron los chefs. Como ayudantes de cocina hubo dos o tres dirigentes más, de los partidos menores del oficialismo. Se encerraron con llave el miércoles en una oficina y sancocharon un acuerdo que anunciaron el jueves poco antes del mediodía. Estaban cansados pero orgullosos: arreglar un enorme curanto en hoyo en un anafre es una hazaña. Al presidente del PC no le gustó cómo quedó el caldo, porque puso mala cara al tiro cuando lo probó, y tampoco se entendió cómo diablos era la receta… pero es que en gustos no hay nada escrito.
Esa es la historia. Los mismos que armaron una revolución para extinguir las cocinas de la política terminaron cocinando apurados y fondeados en una cocinilla de camping de tres quemadores. Y se trataba del banquete más importante de la historia.
El enorme curanto lo terminaron echando al hoyo, literalmente, sus propios impulsores. Habrá que partir de nuevo. A lo mejor tocará armar algo así como una “mesa de Té Club”: bien diversa pero harto más ordenada.