"Nuestra escala de valores y principios en torno a la política no solo dista del gobierno anterior, sino que frente a una generación que nos antecedió (...)", fueron las palabras del ministro secretario general de la Presidencia, esta semana.
La superioridad moral que exudan esas declaraciones es peligrosa pues quien las emite está en el poder y encabeza, junto a otros seres de luz, asumo, la coalición que nos gobierna. Los saltos hacia las tiranías de los gobernantes que se conciben a sí mismos por sobre el bien y el mal, las reglas del Estado de Derecho y el resto de la institucionalidad, son saltos cortos. De ahí que no se pueden dejar pasar sus palabras. Las disculpas ofrecidas por “expresar mal algunas ideas” son bienvenidas, pero altamente insuficientes pues el costo por las implicancias que acarrean lo pagamos todos los gobernados.
Pero, además, son de un descriterio incomprensible en momentos en que Apruebo Dignidad necesita al Socialismo Democrático para gobernar. De sus filas provienen buena parte de quienes hoy sostienen al Gobierno, por decirlo en buen chileno, de manera que constituyen un golpe al mentón a quienes dejaron sus zonas de confort para contribuir con una coalición joven que se estrena en el poder. Pero también son un golpe brutal a quienes los antecedieron, y a todos los chilenos que depositaron su confianza en ellos y que construyeron un Chile que nos enorgullece y que hoy les permite estar en el poder.
Son también inexplicables porque el Gobierno busca apoyos para su manifiesta preferencia por el Apruebo en el plebiscito de salida. Y ese apoyo provendría, ni más ni menos, que de las bases de ese sector que el ministro señaló no está a la altura de la escala de valores de Apruebo Dignidad. Pero vaya que les gusta cuando el Presidente Lagos habla de las “ventajas del Apruebo”, aunque sea sin endosarlo. Es decir, a Apruebo Dignidad los ilumina una superior escala de valores, pero al mismo tiempo están dispuestos a esconderlos cuando los gestos de quienes desdeñan convienen a su opción en el plebiscito. ¡Vaya escala de valores!
Al final, tal vez no sea tan poco cierto lo que dice el ministro, pero desde otro ángulo muy distinto. Y es que la escala de valores y compromiso con el Estado de Derecho y la institucionalidad de esta generación gobernante es muy diferente. Por de pronto, su real respeto por la libertad de expresión es dudoso. O es “fake” lo que no les gusta o se remueve lo que incomoda. Tampoco tuvieron problemas en ser complacientes con la violencia que casi hizo caer a un Presidente legítimamente electo y en respaldar acciones reñidas con el orden público, aunque ello hoy signifique la inseguridad en que vivimos, evidenciada por la ENUSC que da cuenta que en un tema prioritario para la ciudadanía solo estamos peor. Para ellos mismos es un intríngulis y ya lo sabe el subsecretario Monsalve que ha puesto grados de cordura en la materia. Tampoco dudaron en promover retiros de los fondos de pensiones, siendo que nuestra institucionalidad prohibía a los parlamentarios impulsarlos, con el consecuente descreme de los ahorros para la vejez (otra gran preocupación de la ciudadanía) y el incremento sustantivo de las tasas de interés para controlar la inflación galopante que dificulta (y no beneficia) la vida de todos. Y más recientemente, con el intervencionismo electoral, sin precedentes en democracia, que distrae al Gobierno de las urgentes tareas que la población le confió. En esta materia se ha perdido todo el pudor, al punto que la Segpres del ministro Jackson es la llamada a coordinar las propuestas del comando del Apruebo (solamente) para mejorar un proyecto de Constitución que es inmejorable, simplemente porque no es viable.
Y no lo es porque el Gobierno está conforme con la propuesta. Hoy abre a caminos, pero bajo una estrategia electoral. Tampoco, a la luz de la discusión del consentimiento indígena, necesario para los asuntos que afecten sus derechos reconocidos en la propuesta constitucional, que están por doquier. Y esa discusión no la resolveremos los columnistas, sino los tribunales y no en corto tiempo. Menos, porque al mismo tiempo que se echaría pie atrás en temas gruesos, se estaría implementando (y con mucho gusto por parte de Apruebo Dignidad) el fin del estado de excepción de emergencia y la plurinacionalidad. “Mejorar”, por lo demás, tomaría años y varios plebiscitos, suponiendo que los pueblos indígenas consientan (¿lo harán?, ¿si usted tuviera tamaño privilegio, lo renunciaría?). ¿Será que estas complejas cuestiones no entran en la escala de consideraciones de esta iluminada generación gobernante pues ensombrecen los fines que persiguen?