La semana de thriller que vivió el ministro secretario general de la Presidencia, Giorgio Jackson, me permitió, ahora sí, ver todo claro.
Comprendí que el bloque central del gabinete es como una banda musical que toca junta, pero en la que Jackson es el integrante esencial.
Esto es igual como ocurría con el grupo The Jackson Five, donde si bien Tito, Jermaine, Jackie y Marlon lo daban todo, era Michael la figura fundamental.
Es que Michael era el más talentoso y daba lo mismo si todo el resto andaba mal, porque Michael tenía la capacidad de hacer que la banda entera siguiera sonando más o menos bien. Pero si Michael tenía un mal día, todo se venía abajo.
Esa ha sido, más o menos, la historia breve de este Gobierno. Sus “Jackson Five” son Izkia y Camila en lo político; Marcel y Grau en lo económico; coordinados todos por el mismísimo Jackson, el ministro de la Presidencia.
Ya sabemos que Izkia desafinó desde el primer día, cuando pretendió arreglar en una tarde un problema de dos siglos. Después ha seguido desentonando como esos violines desafinados que maúllan como gatos en celo.
Grau cada cierto tiempo se pega sus buenos gallitos, en especial cuando realiza analogías económicas que matemáticamente no cuajan y que más bien son inspiración de memes. Marcel decepcionó a su fanaticada a las pocas semanas de asumir y luego tuvo un momento “Impulse” (perdón por la referencia ochentera) en que le compró flores a un desconocido justo cuando el Gobierno intentaba mandar señales en favor del comercio establecido y en contra de los ambulantes.
Camila, que prometía ser la intérprete más virtuosa del gabinete, con el tiempo fue demostrando que no era verdaderamente capaz de manejar con eficacia las comunicaciones del Gobierno: los errores verbales y no verbales se suceden uno tras otro sin que ella logre ordenar a los emisores. Tampoco ha conseguido influir decisivamente en la agenda ni lograr que la opinión pública respalde al Gobierno.
Pero a pesar de todo el concierto seguía, con cierta dignidad, probablemente porque Giorgio “Michael” Jackson no perdía el tono. Hasta que un día dio la nota alta.
Jackson participó en un programa de un “tuichero” en redes sociales y en menos de dos horas se puso al día con el resto de la banda en cuanto a dichos desafortunados y “funables”.
Jackson confirmó, por ejemplo, los peores temores sobre la nueva Constitución, al decir que el llamado “justo precio” no coincidirá siempre con el “precio de mercado”, cuestión que provoca escalofríos en una sociedad donde hoy hay muchos más propietarios que proletarios.
Jackson también le rompió el corazón a la ex-Concertación al transmitir la idea de que ese conglomerado era moralmente inferior a la generación actual de gobernantes.
Jackson también fue demasiado poco piola en trabajar por el Apruebo, quedando virtualmente atrapado en las garras de la Contraloría por intervencionismo electoral.
Esta semana Jackson le dio el golpe de gracia al primer gabinete de Boric. Tendrá que ser cambiado y ya nunca será igual.
También fue Michael quien le dio el golpe de gracia a The Jackson Five. Gran paradoja. Es que casi siempre tu principal virtud es tu principal defecto.