En Talca, con aforo reducido, jugando al borde del descenso y firmando una nueva derrota inapelable en lo que insistimos en denominar como Superclasico, la Universidad de Chile dio una demostración más del derrumbe deportivo e institucional.
Para decirlo en términos estadísticos, los azules completaron una década sin ganar a su tradicional adversario y ampliaron aún más la brecha de una rivalidad que, habrá que asumir, tiende a desaparecer.v
El duelo ya no es estrecho, incierto o emotivo y, al igual que ayer en Talca, es de una tensa espera para que los albos marquen la superioridad que existe en el plantel y en sus individualidades. Pese a que el primer tiempo pareció competitivo, el impresionante cúmulo de errores que cometió el conjunto de Lopez terminó por sentenciar su suerte. Desde el penal perdido por Palacios hasta la absurda expulsión de Bastián Tapia, pasando por los inexplicables errores de marca en los goles y la cantidad de regalos es dolorosa para un equipo que lucha por la permanencia.
El detalle de la derrota en el Fiscal es contundente, pero más lo es la reiteración de los últimos años en que la lucha se ha dado en un escenario donde los azules han batallado permanentemente por salvar la categoría. Solo ese contexto pone en riesgo que siga siendo el partido mayor de nuestro fútbol, porque aunque el cuadro laico se mantenga en primera bajo los mismos parámetros de hoy, lo mas probable es que las diferencias aumenten.
El no contar con estadio propio, el autoinfringirse daños con la violencia incontrolable de su barra, las imperdonables fallas en la planificación deportiva y la evidente distancia establecida entre su dirigencia y la hinchada —ayer su presidente otra vez estuvo ausente a la hora de dar la cara— obligan a dibujar un escenario catastrófico.
Es verdad que lo urgente sera liberarse del descenso, pero en la mirada más amplia, Universidad de Chile transita hacia el final de esta historia para encaminarse irremediablemente a esos fenómenos que se extinguen lentamente, dejando una estela de nostalgia y pérdida. Lo de ayer no fue un clásico, porque nada recordó el pasado glorioso de estos duelos. No hubo escenario, ni entorno ni rivalidad tradicional. Solo un equipo que no necesito demasiado para liquidar una lucha breve, vana y triste.