Lo de hoy puede ser decisivo, quizás no y nada ocurre, porque el fútbol es escurridizo e indomable, y que bueno que sea así, y que existan golpes a la cátedra, resultados impensados y estadísticas rotas.
Está la alternativa de la nota de crédito y antes de un partido todo es posible y nada real: ni la posición en la tabla ni las apuestas, solo deseo y voluntad. A veces es así. A veces se cumple.
Están las otras alternativas y si la boleta es cuantiosa y no digamos si las tribunas se desdoblan de ira, en ese caso, efectivamente: una aguja se está corriendo.
Decisivo a partir de la anormalidad, porque se juega un domingo a las 13.30, un horario inusual, pero es por temor a los bárbaros y sus desmanes.
Y en un estadio que está a casi 300 kilómetros del equipo que es local: Universidad de Chile, anfitrión de Colo Colo en el Fiscal de Talca, con aforo para 16 mil espectadores, pero los permitidos, en otra de las anomalías de los torneos y estadios, son solo 7 mil.
El fútbol chileno es una clínica irregular, torcida y malformada. Hasta ahora sin especialistas que resuelvan los males, tampoco existen medicinas efectivas o tratamientos curativos.
Descartemos lo que no ha resultado: prestidigitadores de lo ajeno, académicos en recreo, curanderos sin cura y hechiceros del ganar fácil,
El caso es que los clubes, uno más graves que otros, son pacientes.
Unos enfermos y otros enfermitos.
Unos en la UCI, otros en la UTI, y alguno sano habrá, por supuesto.
Entre los pacientes más destacados, por hinchada, torneos e historia, figura Universidad de Chile, que yace en cama por razones físicas, futbolísticas, estructurales, anímicas, habitacionales, económicas y también mentales.
Le han hecho transfusiones, inyectado golpes vitamínicos y le han puesto prótesis. No hay caso.
Hace años que llegan y parten cuerpos técnicos, gerentes técnicos, técnicos, directivos mal conocidos y propietarios misteriosos, para que el actual entrenador, el uruguayo Diego López, de a poco descubra la chicha con la que está jugando.
En política se dice que determinados hechos mueven la aguja.
El partido de hoy en Talca, puede ser uno de esos.
En política, de nuevo, hay otro dicho: “Cada día puede ser peor”.
Los hinchas, por supuesto, lo intuyen, presienten y saben que el rival olfateó fiebre, debilidad, tumores y desconcierto. Colo Colo afila garras, pule colmillos y junta hambre, porque en los clásicos surgen los rivales depredadores. Y por eso los llamados de las ex figuras azules, que claman por orden, cautela y precaución. Si fueran troyanos, dirían que hay que cuidarse de la cólera de Aquiles, hijo de Peleo.
En fin: temen el sitio, el encierro y lo peor. Una tragedia de leyenda.
Nunca, claro, se pierde la esperanza del rayo azul. Y quizás todo queda en la imaginación del romántico viajero. Eso y nada más. Sería lo mejor.
¿Qué sería lo peor?
Eso es lo que no se sabe.