Las miradas se trasladan a Talca, donde Universidad de Chile “recibe” a Colo Colo. Lo hace porque no cuenta con el Estadio Nacional y no hubo otro campo disponible para albergar a su máximo rival en el partido mayor de la competencia. La dinámica en la que entró el fútbol chileno presenta hechos tan disparatados como que en el Fiscal maulino se permitió solo a seis mil espectadores, mientras que al “arengazo” de los hinchas albos en el Monumental, en la práctica de ayer, concurrieron 12 mil fanáticos.
¡Más gente en un entrenamiento que en un cotejo oficial!
Los antecedentes recientes son lapidarios en favor del Cacique. El cuadro de Gustavo Quinteros es el líder del torneo, muestra un tranco seguro, más allá de las dificultades que encontró para doblegar a Audax Italiano y Huachipato.
Es cierto que Colo Colo presenta bajas sustantivas, con la pérdida definitiva de Pablo Solari. Sin embargo, la conformación del plantel, al menos en el consumo interno, le alcanza para ser inmenso favorito en este clásico y levantar su estrella 33. Ñublense, Curicó Unido, Cobresal, Palestino y Unión Española dan la pelea con una interesante infantería, pero al frente se miden ante una fuerza que además posee blindados y misiles. El único capaz de dar esa batalla es Universidad Católica, pero su irregular andar, reflejado en las 10 derrotas que registra, la dejan fuera de acción en 2022.
La ausencia de Gabriel Costa es sensible, pero las opciones que entregan en distintas plazas Vicente Pizarro, Alexander Oroz y Cristián Zavala permiten a Quinteros optar a dibujos variados, sin extraviar competitividad. Otra cosa es la vitrina internacional, donde quedó expuesto que se requiere algo más que 14 eventuales titulares y algunos jóvenes competentes. La presión que ejerce el Cacique es una de las claves del pleito. Cuando Colo Colo atosiga la salida, con Juan Martín Lucero y Leonardo Gil como estandartes, lo habitual es que el adversario se descomponga. Superar esa línea de presión es el desafío.
En Universidad de Chile está claro. El problema es ver si rompe ese pressing. No se trata solo de salir con balones largos, ojalá al espacio y, en el peor de los casos, a dividir. Se requieren defensores con buena pegada y, ante todo, delanteros capaces de aguantar de espalda o de ir a la fricción. Atacantes como Pedro “Heidi” González, que recibían un melón y lo transformaban en situación de gol, no se aprecian en los azules. Más cercano en el tiempo, un 9 como Gustavo Canales, capaz de salir a los costados para recibir con libertad, o bien recogerse para armar la maniobra.
Los riesgos de la U son altos. El promedio de edad de la oncena que se anuncia no supera los 24 años. Una tendencia que se acrecienta en el fondo, donde el mayor es Ignacio Tapia, con 23 años. Bastián Tapia, una buena noticia para el “Chuncho,” va a la refriega con los tiempos justos, luego del desgarro que sufrió tras el empate con Antofagasta. Diego López da la cara como técnico, en un club en el que los regentes y sus allegados hicieron lo posible por complicarse la existencia, a pesar del descalabro de 2021. Como tantas veces ocurrió, antes de la caída está la soberbia. Un pecado que encontró a una víctima de la que se acostumbraron a abusar: el pueblo azul.