Después de 535 días, el Estadio Nacional recibirá un partido de fútbol. Será el sábado 27 de agosto, cuando Universidad de Chile y Universidad Católica disputen el clásico universitario. En rigor, una visita de doctor: de entrada y salida, porque la agenda de recitales y otros compromisos del recinto de Ñuñoa dejarán otra vez al fútbol chileno con la carencia que semana a semana tiene que afrontar.
Con cierta inocencia, algunos pensamos que existiría voluntad política de las autoridades del Estado para levantar un nuevo coloso en los Juegos Panamericanos de 2023. Sin embargo, nos tendremos que conformar, una vez más, con el coliseo construido por el presidente Arturo Alessandri Palma en 1938. Justo hoy, cuando Santiago abre otra autopista urbana, bajo el régimen de las concesiones, los chilenos seguimos sin el espacio digno para albergar grandes espectáculos de la industria del entretenimiento.
El problema operativo del fútbol es complejo, aunque crecerá en 2023, porque el Nacional quedará reservado para los Panamericanos. Un zapato chino, en especial en los pleitos de alta convocatoria, sobre todo ahora que Universidad Católica da un salto de calidad con la remodelación de San Carlos de Apoquindo. El panorama cuenta con un condimento permanente: la creciente violencia de grupos de barristas, muy atomizados, dispuestos a expresar sus demostraciones de fuerza.
En las últimas semanas, la ANFP estableció un plan de desarrollo, en la medida de sus posibilidades, con el fin de desafiar un flagelo que tiene a los tres clubes grandes como principales protagonistas, aunque también otras instituciones son apremiadas por los vándalos. En la primera rueda, observamos a delincuentes, con las camisetas de Deportes La Serena y Coquimbo Unido, enfrentarse a la salida del mall serenense. En Iquique, los jugadores sufrieron una “apretada” en su lugar de entrenamiento. Hoy, las herramientas legales son escasas. Sin embargo, en el proyecto que viene se menciona la incorporación de tecnología.
El reconocimiento facial aportará no solo en el ingreso. También identificará a quienes se enfrasquen en peleas en las tribunas o accedan a la cancha. Relevante será la capacitación y dirección adecuada de los guardias de seguridad. En este camino es fundamental que las personas a cargo cuenten con las competencias necesarias, algo que hoy no sucede en Universidad de Chile, desde que el gerente de operaciones despidió a todos los especialistas en seguridad y desmanteló el sistema del club, que había dado saltos cualitativos previo a la pandemia. Si algo explica el desastre del año pasado en el estadio El Teniente, durante el pleito ante Curicó Unido, fue la mala planificación y el amateurismo del responsable.
La interrogante es ver si el consejo de presidentes de la ANFP está dispuesto a tomar las medidas que las circunstancias demandan. Por ahora, su carencia de gestión política lo ha visto observar cómo se legisla sin ni siquiera preguntarles. En la ruta a la normalidad, se empieza por poco. En esta línea, permitir que las personas que no forman parte de las barras compren entradas y asistan a los estadios sin restricciones sería un gran gesto.