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Cartas
Miércoles 20 de julio de 2022
Un mensaje desde Brasil
Señor Director:
Me acaba de llegar la noticia de que antenoche delincuentes invadieron una casa en Vitacura, baleando al vecino de un amigo mío. Soy brasileño y viví de 1996 a 2001 en Santiago. Recuerdo que cuando llegué, a los 15 años desde Porto Alegre, lo que más me llamó la atención fue la ausencia del miedo al salir en las calles, a la hora que fuera. Además, los edificios abiertos, con sus jardines y recepciones de puertas abiertas, y las casas también, que permitían verlas muchas veces desde afuera, siempre le dieron a la ciudad una apariencia hospitalaria, tranquila.
Infelizmente, por lo que se lee desde acá, van caminando hacia una realidad desde hace tiempo muy común en las grandes ciudades de Brasil. Y qué pena me da ver eso pasando en Chile.
Desde el futuro les cuento que esta nueva realidad implica muchos cambios en cómo se vive la ciudad, en las calles y en los distintos lugares. Más costos de seguridad, habitaciones feas por los muros altos con rejas eléctricas, y cambio en las rutinas de las horas para salir y llegar a la casa (o miedo al llegar y al salir). Todo llevando a nuevas prioridades al momento de elegir dónde y cómo vivir, lo que acaba por presentar una nueva dinámica a la ciudad, un nuevo espíritu, por así decir.
En São Paulo, ciudad en la que viví los últimos 12 años, es más difícil que la gente desee vivir en casas, ya que los edificios poseen mejores sistemas de seguridad. Vivir en una casa significa tener que gastar en empresas de seguridad, cámaras, rejas y sentirse básicamente enjaulado. Además, al regresar de cualquier viaje nunca se sabe si se encontrará con una casa como la dejó. Por eso es muy común por acá decir que la opción por el departamento es buena porque al salir es solo cerrar la puerta y no preocuparse más.
Nunca me imaginé que Santiago llegaría a ese punto. Todavía hay esperanza, pero, por lo que veo, cada vez es menor.
Luis Alt