Curicó Unido bien pudo estar a estas alturas de la temporada peleando por ascender a Primera División. En serio. Claro, porque si no se recuerda, el elenco de la Séptima Región el año pasado estaba listo para jugar la Promoción, de la que zafó solo cuando se decretó el descenso administrativo de Melipilla y la lista corrió, dejando a Huachipato fuera del descenso directo y tomando el lugar de los curicanos en la liguilla, que se salvaron así de todo. Se quedaron en Primera derechamente por decreto.
En fin. Es historia.
Lo concreto y lo real es que Curicó tuvo una nueva oportunidad para reivindicarse y no la ha desaprovechado. Hoy está en los lugares de avanzada en la tabla de Primera, y como tal, peleando el título y/o el ingreso a los torneos continentales 2023. Es un candidato en la pelea grande.
Notable. Meritorio. Y no se trata de una simple jugada del destino. Hay una explicación. En lo de Curicó existe hoy lo que se llama convicción en todos los niveles.
Primero, de los que toman las decisiones que, curiosamente, son los socios-hinchas y no simples accionistas que mensualmente revisan los libros de contabilidad de la institución. Ellos, motivados más por la pasión que por el simple cálculo mercantil, se reúnen en la sede, discuten, se enojan y se abrazan, se acuerdan de los goles de Luis Martínez, su héroe eterno que hizo más golazos que Zlatan Ibrahimovic, y eligen su directiva para que esta, sin cálculos individualistas ni afanes personales, implemente las políticas institucionales y determine quiénes las llevarán a cabo en la cancha.
Y este año, una de esas determinaciones ha cobrado sentido viendo la campaña actual de Curicó: ratificar a Damián Muñoz como DT del equipo tras un par de reemplazos que debió hacer ante la salida de otros colegas.
Muñoz es parte, claramente, del importante éxito competitivo actual de los curicanos, también por una cosa de convicciones. Primero porque conoce el club desde hace tiempo (jugó ahí y ha entrenado al equipo femenino y a los juveniles) y sabe que la exigencia no es solo intentar ganar, sino que hacerlo bajo los criterios de un club familiar, de amigos, de compadres, de alma amateur. Y, segundo, porque eso mismo lo hace ver el fútbol no como algo exclusivamente práctico, sino que también estético, aunque ello conlleve riesgos altos.
Por último, el proceso de traspaso sanguíneo de convicciones llega y se refleja en los ejecutantes, los protagonistas, los que son responsables de transparentar el alma del club: los jugadores.
Tipos como Cerda, Bechtholdt, Oyarce, Ortiz, Castro y Coelho parecen hechos para vestir la camiseta de un club que tiene motivaciones de tipo emocional, porque están dispuestos a la lucha constante, aunque ella parezca imposible, tal como pasó el domingo con esa épica victoria ante la UC.
Es cierto. Curicó vive un momento dulce que quizás sea demasiado menudo, poco duradero. Acaso solo un momento efímero.
No importa. Curicó tiene alma de mártir, corazón de barrio.
Y eso lo hace diferente.