El viernes, el Presidente decidió cambiar de estrategia para favorecer el Apruebo. Pasó de la afirmación falsa de que, de no aprobarse la propuesta convencional, volveríamos a la Constitución de los cuatro generales, a la verdad a medias de que en ese evento deberá empezar lo mismo de nuevo. Cabe destacar que, al adoptar una y otra postura, Boric no alaba el texto preparado por la Convención ni explica por qué Chile será mejor bajo la vigencia de ese texto, sino que pinta como horroroso el resultado rival.
La estrategia gubernamental puede producir algunos réditos. No es poca la gente hastiada con los excesos y payasadas de los convencionales o incluso con el ánimo confrontacional que genera la campaña, que pueda inclinarse a aprobar con tal de no repetir —como dice el Presidente— el mismo ciclo.
El debate constitucional comienza a encaminarse hacia donde debiera. En eso las palabras del Presidente son virtuosas. Lo que debemos evaluar al votar el 4 de septiembre no es tanto un texto y tampoco el proceso que le dio origen. Lo que tenemos que juzgar es cómo se transformará Chile si gana el Apruebo y cómo nos irá si gana el Rechazo.
¿Se repetirá todo de nuevo si gana el Rechazo? Desde luego, cabe afirmar, sin temor a errar, que ello no es jurídicamente obligatorio. En esto la columna del domingo de Carlos Peña se equivoca. No existe ninguna expresión de voluntad política que haga jurídicamente vinculante la elección de una nueva Convención si gana el Rechazo. El inciso final del artículo 142 de la Constitución es claro, al prescribir: “Si la cuestión planteada al electorado en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución”. En su momento, el diputado Boric se opuso a ello, pero su postura no tuvo eco. A mayor abundamiento, los preceptos que regulan la elección de los convencionales están plagados de fechas, lo que deja de manifiesto que fueron diseñados para una sola vez y su vigencia está ya agotada.
En un sentido político, las palabras del Presidente, en cambio, aciertan en lo grueso, aunque no en la imagen que instalan. Hay amplio acuerdo en que si gana el Rechazo habrá que retomar el proceso constituyente en aras de una nueva Constitución. Ni el camino ni el método están determinados. Ese proceso podrá asemejarse o diferir con el que ya vivimos. Nunca será igual, la historia no se repite. El camino y el método debe decidirlos el poder constituyente, donde el Presidente tiene participación, pero no hegemonía. Con sus palabras del viernes, el Presidente ofende al Congreso, pues se atribuye un poder que debe compartir con este.?
Lo que sí es cierto es que el Rechazo obligará a retomar el proceso constituyente. Eso tomará tiempo, recursos y energía. Mantendrá también abierto un grado de incerteza.
El Rechazo, dice ahora el Gobierno, cierra el proceso constituyente. Esa es su ventaja. ¿Será cierto? No. El 5 de septiembre habrá iniciativas para devolver su jerarquía e independencia al Poder Judicial, ya lo anunció el mismo Presidente y lo respalda desde la derecha al socialismo democrático que es parte del Gobierno. ¿Acaso no habrá iniciativas para volver a contar con un estado de excepción para enfrentar las graves alteraciones al orden público? ¿No intentará este o cualquier Presidente recuperar la iniciativa exclusiva en materia de gastos? ¿Alguien imagina que los senadores no intentarán preservar el Senado? Y si no se trata de la Constitución, piénsese en la incertidumbre y confrontación que traerá dictar las leyes que implementan el nuevo sistema de salud, el nuevo Código de Minería, el nuevo Código de Aguas, las competencias de las autonomías regionales o indígenas y tantas otras leyes que cambiarán el orden social y político. Por último, ¿cuánto durará la vigencia de una Constitución tan partisana y detallista? ¿Cuánto nos demoraremos en estar en otro proceso constituyente?
Así son las crisis, largas y costosas. En 1891, para terminar con el régimen presidencial hubimos de sufrir una revolución con muchos muertos. Para volver al régimen presidencial y hacernos cargo de la cuestión social demoramos entre el 24 y el 32, en que recién vino a regir la Constitución del 25. De la crisis del 70 salimos en 20 años con muertos y desaparecidos. Se equivoca quien crea que de esta crisis saldremos aprobando un texto y hace propaganda falsa quien sostenga que bastará con que gane el Apruebo.
Jorge Correa Sutil