Seguramente ya está todo dicho —y bien dicho— sobre este nuevo fiasco de los equipos chilenos en los torneos internacionales, barridos por la primera brisa de los vendavales sudamericanos. Con todo, siempre queda algún apunte para aportar al análisis. Por ejemplo, en este mismo párrafo inicial se está diciendo que hemos sufrido un nuevo fiasco. ¿Es eso justo? ¿Es de veras un fiasco, es decir, un fracaso, un desengaño, una desilusión? ¿Debemos esperar más? ¿Merecemos más? ¿O es que solo debemos limitarnos a esperar que aparezca una generación dorada cada cien años?
A propósito de los dorados y sus dos Copa América y dos clasificaciones consecutivas a mundiales, es interesante constatar que durante su vigencia nuestros equipos de club no tuvieron ninguna actuación triunfal en sus copas, la Libertadores y la Sudamericana. Esta espectacular generación tuvo una vigencia de 15 años, desde 2007 (llegada de Bielsa y clasificación al Mundial 2010) hasta 2022 (eliminación rumbo al Mundial de Qatar), aunque algunos la dieron por terminada en 2017, una vez eliminada del Mundial de Rusia.
Ahora bien, en estos cinco lustros los máximos logros de nuestros clubes fueron escasos. En la Copa Libertadores solo se registran las dos semifinales de la U (2010 y 2012) y unos cuartos de la Católica (2011) y Colo Colo (2018). En todas las demás participaciones nuestros representantes consiguieron algunos octavos, pasar de fase o, simplemente, ser eliminados en su grupo. Algo más: aparte de los tres grandes han participado (¿o competido…?) otros 17 equipos chilenos. No deja de ser: 20 equipos para este resultado es una cosecha muy pobre.
En la otra Copa, la Sudamericana, que ahora es un torneo de consuelo para los eliminados de la anterior, el resultado no es mejor y solo tenemos un título, el de la U en 2011. Además, dos semifinalistas: U. Católica (2012) y Coquimbo (2020), y un cuartofinalista: Palestino (2016). Participantes chilenos: 21 equipos.
Los números son áridos, pero elocuentes, y nos dicen que en su período de mayor esplendor histórico Chile tuvo un desempeño internacional muy pobre. Los clubes chilenos, debemos decir, porque en esos clubes no jugaba la Generación Dorada. Sus integrantes jugaban en clubes europeos. Y nada queda de entonces, salvo los recuerdos emocionantes, las estadísticas increíbles y los destellos de dos o tres de sus grandes figuras.
Se perdieron los surcos que aró José Sulantay para sembrar una semilla bien escogida y que siguió cultivando Marcelo Bielsa hasta los conseguir frutos que todos disfrutamos.
Muchos gozamos inmensamente aquella cosecha al pensar en nuestros mayores, aquellos que esperaron durante toda su vida en vano para ver a un Chile campeón de América, clasificado a un Mundial sin calculadora, ganador de un partido oficial contra Argentina…
Y me resisto a aceptar que los muchachos de hoy tengan que esperar lo mismo para nada. ¿Será mejor no esperar nada? Pagaría por ser optimista en estos días de sombra y derrota. Tal vez merecemos más. Pero ese es otro análisis.