Ariel Holan y Gustavo Quinteros tuvieron una revelación portentosa en Brasil, como si hubieran descubierto que es un país de 212 millones de habitantes, donde se habla portugués y no español.
Quinteros & Holan, como en la aventura equinoccial del conquistador Lope de Aguirre, pero con palabras distintas, describieron el hallazgo: los clubes de allá pagan mucho mejores sueldos que los de acá, la infraestructura es indescriptible, la cantidad de hinchas gigantesca y son instituciones con medidas grandiosas que no se comparan con las chilenas, y es tanta la desigualdad que es poco menos que imposible competir.
No hay Nobel deportivo, pero si lo hubiera, mejor no postulen, porque la novedad abismal de Holan & Quinteros es antigua como el hambre, vieja como la injusticia y ridícula, sin duda, porque eso implica no intentar clasificar a los mundiales, olimpíadas y cualquier justa internacional, donde cada país es lo es, y eso no impide que participe con su identidad y rango.
Por lo tanto, si eso encabeza el análisis, Houston, no solo estamos en problemas, sino que vamos de vuelta, porque los astronautas piden conservar el puesto, regresar a la Tierra y que nadie los mida por las galaxias lejanas.
Holan & Quinteros, entre los refuerzos que siempre solicitan, coincidieron en un chileno: Daniel González, 20 años, formado en Wanderers y un central codiciado por su desplante, proyección y porque representan al jugador formado en casa.
González, que recaló en la UC, representa el proceso formativo de los clubes, proviene de ese aprendizaje y de los cursos que le impartieron.
¿Qué ocurrió en los dos encuentros de la UC con Sao Paulo?
Es un ejercicio simbólico, porque es injusto cargar el peso de la prueba en un hombre joven, pero la descripción parte por la dura verdad.
En cada uno de esos encuentros, ya se sabe, les metieron 4.
González comprobó que Calleri, Patrick, Luciano o Welington, por nombrar algunos, tuvieron otros ramos y preparación: velocidades distintas, ritmos inesperados, inventos sobre la marcha e intensidad agobiante.
Los jugadores made in Chile se instruyen con una malla curricular que no es global ni universal, que no funciona y que es deficiente, porque solo consigue formación criolla y rural.
Las eliminaciones internacionales demuestran la debilidad de esa instrucción, donde la responsabilidad es de los clubes y de unos directores técnicos cuyo limitado horizonte es sobrevivir mensualmente.
Esos acuerdos explican la pobre calidad de los torneos nacionales.
Y el reparto: protagonistas extranjeros -en la banca y cancha- donde los hechos en casa son secundarios, extras o dobles de acción.
El mal de la época se resume en el caso simbólico que tanto cautivó a Holan & Quinteros, y la resonancia futbolística y magnética debería encabezar cualquier análisis: la formación de González.