La ministra Secretaria General de Gobierno, Camila Vallejo, quien es la integrante del gabinete con mejor desempeño (por muy muy lejos), cometió esta semana su primer error.
Goethe decía que las únicas personas que no se equivocan son las que nunca hacen nada. Y por Dios que ha tenido pega la ministra Vallejo. Ha atajado autogoles prácticamente todos los días. A veces varios el mismo día. Si fuese arquera de fútbol la habrían apodado “La mujer araña”, porque es como si tuviera ocho brazos.
Pero ya conocen el dicho: “Tanto va el cántaro al agua, que al final se rompe”. Es que fue mucho. Y esta semana la ministra finalmente se cayó.
La culpa en parte fue del dólar, que llegó a los históricos mil pesos. Eso tiene un efecto psicológico, en la gente y en el Gobierno. Imagino la impotencia que se debe haber sentido en Palacio: la semana anterior Hacienda trató de bajar el precio del dólar inyectando US$ 5 mil millones al mercado, pero se fueron como el agua entre los dedos y no sirvió de nada.
Entonces, el jueves Camila no aguantó más y llamó al Banco Central a “tomar medidas”, debido a que esa institución es la que maneja la política cambiaria, explicó.
El problema es que en Chile todavía el Banco Central es autónomo, y eso significa que se manda solo y no puede ni debe ni quiere recibir instrucciones del gobierno de turno. Tampoco sugerencias, porque una “sugerencia” de un gobierno, dado su enorme poder, tiene la fuerza de una instrucción.
¿Qué pasaría si el lunes hay una protesta frente al Banco Central con personas exigiendo que “tome medidas” para que baje el dólar? ¿No sería eso una mera extensión de los deseos de la ministra vocera, que representa los designios del Presidente de la República? ¿Tendría que actuar la fuerza pública para disolver a los manifestantes? ¿Podrían ellos esgrimir que solo intentan hacer realidad los sueños de la autoridad política?
La ministra Vallejo también dejó desnudo al ministro de Hacienda, Mario Marcel, quien es el último expresidente del Banco Central y entiende bien que está muy mal lo que hizo la vocera. Está mal por el tema legal de la autonomía, pero también está mal porque parece como si el Gobierno responsabilizara al Banco Central por el precio del dólar. Como si dijera “no me digan nada a mí, cóbrenle al Central”. Entonces, Marcel quedó mal con sus excolegas y aún amigos.
Pero el viernes, cuando los periodistas le pidieron a Marcel que calificara los dichos de Camila Vallejo, dijo “prefiero no calificarlos”, si bien intentó salvarla apelando a la eximición por ignorancia: “Uno tiene que entender que hay ciertos actores que no están tan familiarizados con los temas económicos”, dijo. Es más, el ministro pudo haber utilizado el “actores y actoras”, porque es la manera en que hablan en el Gobierno, pero solo se quedó con el masculino “actores” para, supongo, proteger a Camila.
En casos similares un error como el de la ministra habría generado crisis de gabinete.
Pero Camila es Camila. Hay que cuidarla, porque, de nuevo, ella es “La mujer araña” del Gobierno. Y también lo es en la acepción del libro de Puig: tiene la capacidad de envolver a muchos en su suave tela.