Vladimir Putin nunca debe haber imaginado el reimpulso que le dio a la OTAN su invasión a Ucrania. Obligó a replantear las prioridades de las grandes potencias y de las relaciones internacionales. Aún no podemos prever todas las consecuencias, pero sí se observa que para Europa y Estados Unidos el tema geopolítico y militar ha vuelto a ser central, después de que por décadas se lo considerara secundario frente a otros asuntos como el comercio y las migraciones. Putin ha demostrado que, aunque existan viajes al espacio exterior, cibermonedas e inteligencia artificial, la geopolítica en la tierra misma, en el propio planeta que habitamos, es central y vital.
Es importante que el gobierno de Chile, la Cancillería y quienes integran las comisiones de Relaciones Exteriores en el Congreso lo tengan muy presente. El territorio chileno y la soberanía sobre él son esenciales. No se puede poner en duda que todo Chile es de todos los chilenos; que nuestro país y su difícil geografía requieren especial cohesión, porque sus zonas estratégicas están a más de 4 mil kilómetros de distancia, en la frontera norte con Perú y Bolivia, y en los canales y mares australes.
La guerra en Ucrania ha llevado a que los países democráticos europeos vuelvan a valorar la defensa militar y a buscar el paraguas protector de una alianza que lidera EE.UU., por tamaño, capacidad militar y económica. Suecia y Finlandia pidieron ser incorporados a la OTAN, lo que tiene enorme relevancia, pues su anterior neutralidad tenía gran significado para Moscú. La agresión de Putin ha empujado a los países del este y norte de Europa hacia la OTAN, pacto que estaba en segundo plano tras la caída de la ex Unión Soviética y después del fracaso de EE.UU. en Afganistán (derrota que antes había experimentado la propia Rusia soviética). Y es importante recalcar que Putin empujó otro cambio que debe ser una pesadilla para él: Alemania, que tras su derrota en la II Guerra Mundial es hoy la primera potencia económica europea, ha decidido aumentar su compromiso militar dentro de Europa, algo que no ha buscado y a lo que se había resistido con obstinación. Incluso cuando el expresidente Trump desafiaba a Berlín a asumir un rol defensivo militar más activo, no estaba la voluntad política germana. Pero también eso cambió ahora con la cruenta invasión rusa a territorio ucraniano.
El drama de Ucrania debe ser una alerta para revalorar nuestra propia soberanía chilena e invertir en fronteras seguras, y eso no es posible sin unidad nacional.