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Editorial
Martes 05 de julio de 2022
Convención, un final incómodo
La de ayer fue una autocontención tardía, forzada en lo formal y que no repara las graves deficiencias de fondo en su propuesta.
Constituye una inmensa paradoja del proceso constitucional el hecho de que el órgano especialmente elegido para llevar a cabo la tarea, que se concibió a sí mismo como el mejor espejo de la sociedad chilena y que corregiría el divorcio entre esta y sus instituciones políticas, haya terminado transformándose en factor de incomodidad y descrédito. La ceremonia con que la Convención dio por terminado su trabajo y entregó al Presidente de la República su propuesta fue una clara muestra de aquello.
En un acto breve y algo opaco, se buscó evidentemente marcar un contraste con los bochornosos incidentes que acompañaron su instalación en 2021 y las desmesuras que siguieron caracterizando su funcionamiento. Las pifias y gritos de hace un año fueron reemplazados por aplausos entusiastas al himno patrio y por una profusión de banderas chilenas, mientras que la palabra “refundación” —aquella que la primera presidenta, Elisa Loncon, usara para definir su misión— estuvo ausente de los discursos. Tampoco se habló del 18 de octubre ni se reivindicó a los “presos de la revuelta”, cuya violencia antes se exaltara como origen de todo el proceso. La de ayer fue sin embargo una autocontención tardía, motivada por el complejo panorama que muestran las encuestas para la opción Apruebo. Una moderación de último momento que, si en lo formal pareció forzada —hace un mes, la misma mesa de la Convención excluía de su acto de cierre a los expresidentes de la República, medida solo revisada luego del escándalo suscitado—, en nada repara las graves deficiencias de fondo que presenta la propuesta constitucional, expresión de un ánimo radicalizado.
Los discursos de la presidenta, María Elisa Quinteros, y del vicepresidente, Gaspar Domínguez, tuvieron similitudes, en cuanto a reconocer la existencia de problemas durante el trabajo de este órgano, pero intentando diferenciar esto de los contenidos del texto, respecto de los cuales a su vez evitaron mencionar los conceptos más controvertidos. Así, aludiendo a ideas en abstracto poco discutibles, como la descentralización o el reconocimiento de la diversidad, omitieron sin embargo hablar de la “plurinacionalidad”, término que no solo fue protagónico todo el último año, sino que recorre la propuesta, pero que genera rechazo en la población, que percibe allí la negación de la igualdad básica entre todos los ciudadanos. Por cierto, tampoco hubo referencias a un diseño del sistema político que constituye, a lo menos, un experimento de difícil pronóstico, cuando no un riesgo para la estabilidad democrática; un modelo de autonomías territoriales difícilmente compatible con la definición de Estado unitario, o un sistema judicial bajo la dependencia de un todopoderoso Consejo de la Justicia. Y es que si bien resulta justo demandar que la propuesta constitucional sea evaluada independientemente de las demasías en la conducta de muchos de los convencionales, ello también supone que cada uno de los contenidos sea analizado con rigor y que no se pretenda excusar un texto insatisfactorio aludiendo al modo democrático en que fueron elegidos sus autores.
En lo que pareció un guiño a la campaña de “aprobar para mejorar”, los discursos admitieron la existencia de imperfecciones en la Constitución que se propone. Quinteros sin embargo señaló esperar que esta sea un “piso mínimo”, definición de la que debieran tomar nota quienes hoy fundamentan su intención de aprobar en la posibilidad de reformar el texto con posterioridad al plebiscito de septiembre.
El breve discurso del Presidente Boric fue en línea con el giro dado la semana pasada al separar el proyecto constitucional del cumplimiento de su programa. Su insistencia ayer en que “el plebiscito no es un juicio al Gobierno, es el destino de Chile para las próximas cuatro décadas”, pudo leerse como una pertinente separación entre dos materias de distinta naturaleza. Sin embargo, a la luz de los referidos sondeos, la afirmación también cabía ser vista como un intento por salir de la incómoda situación en que ha ido quedando esta administración producto del error de haberse amarrado prematuramente a una propuesta constitucional de futuro incierto. Por lo mismo, no es fácil entender su tono posterior en la cadena nacional de anoche, donde volvió a observarse a un mandatario que, antes que garante de un proceso en que se enfrentan dos opciones legítimas, apareció otra vez evidentemente comprometido con la opción Apruebo.