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Cartas
Viernes 01 de julio de 2022
Pandemia psicológica
Señor Director:
Por lo que se ve, nuestro país parece estar entrando gradualmente en una revoltura caótica sin precedentes: asaltos por doquier, balaceras, incendios, saqueos, encerronas, riñas juveniles, narcotráfico, homicidios, secuestros, crimen por encargo, y así, suma y sigue. Aunque conviene señalar que este es el país que hemos heredado después de ocho gobiernos democráticos y a partir de una dictadura que violentó al extremo el alma nacional.
Este caos, ciertamente se debe a errores y omisiones graves del pasado, aunque no es fácil hoy precisar el qué, el cómo ni el cuándo.
Revisando la historia, interesa saber que hace 2.600 años el sabio chino Lao Tse emitió un diagnóstico de la crisis del imperio de su tiempo similar al del Chile de hoy: “Mientras más actúa la gente con habilidad y astucia, tantos más signos nefastos aparecen. Mientras más decretos y leyes se promulgan, tantos más ladrones y bandidos surgen. Mientras más eficiencia hay, tanto más sumido en el desorden se halla el Estado”.
Por lo general los occidentales confiamos en que con habilidad, eficiencia, astucia, y reglamentando bien la conducta social, se puede hacer gobierno, en tanto que el sabio chino se esfuerza por hacernos entender que con esa concepción del orden, lo que se obtiene al fin es un desorden mayor que el ya existente. Esta paradoja es una verdad estadística que pone nuestra racionalidad convencional ante un abismo, pues el misterio del acontecer se sustrae a nuestros cálculos.
La cita anterior nos retrotrae a la dinastía Tchou, la cual convirtió a la China Antigua en una “gran potencia”, pero cuya racionalidad política tradicional al fin fue incapaz de enfrentar el caos de los reinos feudales autónomos en que se dividió el imperio. Valga este ejemplo para un país cuyos gobernantes se han preocupado casi exclusivamente del crecimiento de la economía mientras el alma nacional se ha ido enfermando día a día de una dolencia síquica más grave que todos los problemas que para cualquier gobierno son prioritarios.
Difícil resulta, en consecuencia, que un político de hoy, capaz, hábil y eficiente, llegue a pensar que su ideario, su capacidad, su experiencia y su eficiencia ya no sirven para enfrentar lo que viene, pues para eso se necesita ahora de otro tipo humano, porque es una situación límite que nos está obligando a reflexionar y enfrentar el sentido y la esencia misma de lo humano, para que la vida pueda ser liberada de la camisa de fuerza que se le ha impuesto, la cual necesariamente rechazará cada vez con mayor violencia.
Hace 2.600 años fue Confucio el que reeducó a su nación en la virtud, la sabiduría y la justicia. ¿Y qué pasa con nuestros educadores?, ¿aún siguen preparándonos para ser exitosos y competitivos?
Gastón Soublette