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Editorial
Sábado 25 de junio de 2022
Preámbulo constitucional
El breve texto y sus características resultan ilustrativos de lo que ha sido la Convención.
“Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático”. Esas serán las primeras palabras del texto constitucional que propondrá la Convención. La propuesta de encabezar el documento con un preámbulo fue motivo de grandes discusiones y la comisión responsable de elaborar el texto aprobó cuatro párrafos, de los cuales el pleno solo ratificó el primero, transcrito más arriba.
Los otros —rechazados— hacían referencia a los dolores del pasado, al “estallido social”, a injusticias y demandas históricas, además de la “fuerza de la juventud”. Aunque entusiastas partidarios de la nueva Carta objetaban este lenguaje y admitían que más bien favorecía a quienes están por el Rechazo, hubo una mayoría de 77 contra 46 a favor de aprobarlo. Por cierto, mucho menos de lo requerido, pero ilustrativo del ambiente que ha reinado en esa asamblea.
Quedó, así, un preámbulo que resulta simbólico del trabajo de la Convención y de la propuesta que vendrá más adelante, pues ya en esas breves palabras se introducen ideas nuevas y controvertidas, que han agitado los debates. Entre ellas, el uso del llamado lenguaje inclusivo. “Nosotras y nosotros” es claramente redundante, pero si se ha empleado en las primeras palabras es para simbolizar el quiebre que representa el nuevo texto, incluso respecto del habla común de los chilenos. En seguida, se refiere al pueblo de Chile como uno solo, pero conformado por múltiples naciones que no se nombran ni identifican. En verdad sería difícil hacerlo, puesto que tendrían que darle un nombre al grupo mayoritario, configurado por un amplio mestizaje entre europeos y pueblos originarios, que junto a los inmigrantes le han dado el carácter a nuestro país. Informalmente hoy se hace referencia a ese grupo como “chilenos”, lo cual dejaría a todos los demás sectores —o naciones, según la denominación propuesta— en una condición de no chilenos. Quizá más certero habría sido hablar de Chile como una nación conformada por diversos pueblos, pero eso no era congruente con la definición del país como un ‘Estado Plurinacional e Intercultural', que se hace en el articulado. Puede advertirse en estas ideas un ánimo más de confrontación que de unificación.
Próxima a concluir su tarea, la Convención no despierta mayor respeto en la ciudadanía, según lo revelan numerosos estudios de opinión pública. Desde la inauguración —con incidentes bochornosos que solo pudieron superarse gracias al talento de una funcionaria ajena a los convencionales mismos, y sin muestras de respeto a la república cuya Carta ellos iban a proponer— hasta el cierre de sus actividades —con la disputada invitación a los expresidentes— se han mantenido generando controversias y altercados, en circunstancias que la idea misma de crear esta asamblea era la de poder superar los desencuentros entre chilenos. Quienes se incorporaron con la intención de buscar un diálogo que permitiera a todos sentirse parte de la llamada “casa común” han experimentado una etapa de discrepancias y litigios muy lejanos a sus anhelos. Pero está claro que no todos ingresaron con esa idea, sino muchos quisieron imponer su punto de vista desde el comienzo, lo que puede advertirse en las 24 palabras de preámbulo que han aprobado.