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Editorial
Miércoles 22 de junio de 2022
¿Apoderarse de los colegios?
Argumentar que habría una sola forma de ser mapuche revela una mirada profundamente antidemocrática.
La idea de que en Chile existen varias naciones ha sido muy resistida por la población, sin mayores diferencias entre grupos demográficos y étnicos. Este rechazo no significa que no exista voluntad para reconocer a los pueblos originarios, sino que más bien se privilegia una concepción que vislumbra a Chile como un país multicultural, en el cual se valora la libre expresión de esas culturas, pero no se las quiere vincular con una nación específica. En general, las personas que se autoidentifican con alguna de las etnias originarias ven en la integración antes que en la autonomía el futuro de sus pueblos. De hecho, las visiones contrarias a la plurinacionalidad son las que mayoritariamente han quedado plasmadas en las encuestas. A mayor abundamiento, los resultados electorales en comunas con amplia presencia de pueblos originarios, particularmente mapuches, han favorecido a candidaturas que no son sensibles a dicha propuesta.
Por cierto, es esperable que en esta mirada intercultural existan tensiones. En pocos ámbitos esto es tan visible como en la educación. En Chile han existido históricamente grados importantes de libertad para crear colegios que reflejen distintas visiones. Esto se ha acelerado en las últimas cuatro décadas. Sin embargo, en las comunidades con mayor presencia de pueblos originarios ha habido un escaso interés por crear planteles escolares que reflejen sus visiones. Es cierto que hay algunas restricciones por las obligaciones que ha impuesto tradicionalmente el currículum nacional, pero existe la posibilidad de presentar planes y programas propios que permitan equilibrar las obligaciones nacionales con las visiones de quienes fundan nuevos establecimientos. Sin embargo, el interés ha sido muy limitado (con todo, en la propuesta de nueva Constitución, quizás paradójicamente, queda bien resguardado el derecho de los pueblos originarios de crear sus propios colegios, mientras que para el resto del país ello no es explícito).
En las dos últimas décadas ha habido apoyo del Estado para promover una educación intercultural que ha generado un mayor interés, pero también limitado. Existen barreras para avanzar más, como la ausencia de educadores que hablen las lenguas de los pueblos originarios, pero se han flexibilizado los requisitos pedagógicos, permitiendo educadores tradicionales. Por supuesto, siempre el Estado podría haber invertido más en estas iniciativas, pero tampoco ha encontrado una gran demanda. La razón es obvia. En una sociedad moderna y pluralista, las culturas se influyen mutuamente y muchos padres identificados con los pueblos originarios aspiran a integrarse y conocer otras culturas que legítimamente piensan pueden brindarles mayores oportunidades a sus hijos.
Por eso, llaman la atención recientes declaraciones de José Huenchunao, uno de los fundadores de la CAM, quien sugiere que para avanzar más en la causa del pueblo mapuche, este debería apoderarse de los colegios en los “territorios indígenas”, para definir las materias que se enseñan, toda vez que en esos espacios se habría negado el ser mapuche. Por un lado, la posibilidad de tener colegios siempre ha existido. Por otro, revela una idea muy poco respetuosa de la diversidad del pueblo al que aspira a representar y que parece querer una educación distinta de la que Huenchunao busca instalar. Este, al pretender “apoderarse” de los colegios, parece señalar que quiere una educación verticalmente impuesta, sin espacio para la libertad de enseñanza. La plurinacionalidad, como se está intentando instalar en Chile, efectivamente tiene el riesgo de generar autonomías seminacionalistas muy autoritarias. No es casualidad, entonces, que generen rechazo en la población. De hecho, es interesante cómo el dirigente de la CAM, antes de argumentar sobre los colegios, sugiere que habría solo una forma de ser mapuche y que si se entiende eso, no debería haber contradicciones ideológicas ni políticas, revelando una mirada profundamente antidemocrática.