El mercado de invierno en el fútbol chileno es un gran espejismo, para utilizar la palabra esa que Pablo Milad rescató para definir lo que fue el momento más importante para la selección chilena en toda su historia.
Durante toda la primera rueda la mayor parte de los equipos vive mirando el receso como solución para todos sus males, aspirando a corregir a punta de billetera los errores cometidos en la conformación de los planteles. Si usted pregunta en la décima fecha, los técnicos le dirán que el ideal es completar los tres cupos que permite el reglamento para reforzar “la columna vertebral”.
Se genera entonces una suerte de fiebre de mercado que tiene varias condiciones: no pueden ser jugadores extranjeros (porque la mayor parte de los equipos ya tienen llenos los cupos) ni que hayan militado en otros equipos de Primera División de manera regular. Así, si los 16 clubes arreglaran su columna vertebral se requerirían 48 jugadores para una oferta que es increíblemente limitada.
Entonces empieza la danza de nombres de chilenos que actúen en el exterior que deseen volver, que estén con el pase en su poder y dispuestos a resignar parte importante de sus ingresos. Como las condiciones son muchas, la mayoría termina por caerse. Argentinos con “padres” chilenos también sirven y ahora extranjeros que vengan siempre y cuando “se liberen” los cupos, que es el último invento, lo que encarece la operación porque ya hay que hacerse cargo no solo de uno, sino de dos sueldos.
Los técnicos de los equipos con más recursos terminan enfadándose por la tardanza del proceso y porque la esperanza de solución para el desastre de inicio de temporada comienza a desvanecerse. Esta ventana se utiliza, es cierto, en todas partes del mundo y en mi criterio distorsiona aún más los equilibrios, porque los clubes con más ingresos aumentan la brecha con respecto a comienzos del torneo, que ya es injusta. Y sin posibilidades de seguir participando en certámenes internacionales en la mayor parte de los casos.
En la medida que los plazos se acortan, la desesperación cunde. El venezolano Santos, por ejemplo, llegó el último día del mercado anterior y hoy busca que “libere” el cupo. La UC, el equipo que más se ha movido, trajo un juvenil (González), un veterano (Isla) y recuperó a Dituro y a Aued, pero tendrá que deshacerse de alguna de las inversiones realizadas a comienzos de año. En Colo Colo, para variar, lograron poner de mal genio a Gustavo Quinteros. Y la U, como es costumbre, maniobra a paso lento para la urgencia de sus necesidades.
Por ende, a pocos días del reinicio del torneo, las novedades son muy poquitas para tanta expectativa. Salvo la UC, no veo equipos que vayan a cambiar drásticamente su suerte gracias a la billetera. La puerta apenas se entreabrió, y los que pasaron difícilmente marquen la diferencia.