Antes de iniciar cualquier candidatura a la Copa del Mundo de 2030 es fundamental responder a una pregunta: ¿Chile está dispuesto a construir al menos dos estadios que superen los 45 mil espectadores sentados, con la tecnología suficiente para enfrentar las necesidades de un evento de la envergadura de un Mundial? Esa interrogante tiene que despejarse de inmediato. Apelar a la épica del “porque no tenemos nada queremos hacerlo todo” es poco serio y demagógico. Más aún si se aspira a un sitial protagónico (inauguración, final, semifinales), donde se requieren recintos cercanos a los 80 mil espectadores.
Cuando se habla de grandes empresas, como implica una Copa del Mundo, es fundamental saber de qué se trata una competencia de ese calado. Hoy, al menos en Santiago, la construcción de un coliseo choca con la visión de casi todos los alcaldes y sus concejos municipales, aunque la edil de Cerrillos, Lorena Facuse, mostró un ánimo receptivo a este tipo de obras públicas. Sería quizás la posibilidad para las comunas periféricas, que aspiran a integrarse al cordón del desarrollo inmobiliario de la ciudad. No se trata solo de canchas de fútbol. Se piensa en recintos multiuso, disponibles los 365 días del año, capaces de albergar espectáculos de todo orden. En rigor, polos para nutrir la industria del entretenimiento.
La actual dependencia del Estadio Nacional es llamativa, pero al mismo tiempo chocante. Con sus puertas cerradas, por las obras de los Juegos Panamericanos de 2023, una banda de la envergadura de Metallica tuvo que cobijarse en el Club Hípico, en días de lluvia. Buena parte del público, que pagó un alto costo por sus entradas, literalmente metió los pies y tobillos al barro, porque no había otra forma de desplazarse. Inaceptable.
El objetivo no es fácil. Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile lidiarán con la candidatura de España y Portugal, con campos de última generación, que mañana estarían en condiciones de albergar un Mundial. Desde lo político, la propuesta ibérica cuenta con los 55 votos de la UEFA, confederación de estrechos lazos con su par de África. La Conmebol suma 10 y debe seducir a la Concacaf, Asia y Oceanía.
Las definiciones locales son en el corto plazo. La evaluación de la FIFA se hará sobre acciones concretas, en un camino que parece lejano, pero que avanza rápido. El proyecto Mundial 2030, independiente si se asigna o no a los países sudamericanos, es la excusa perfecta para levantar los recintos que la capital y nuestras principales urbes demandan. Las fórmulas son variadas, como lo demostró Universidad Católica con su ampliación de capital para reformar San Carlos de Apoquindo, y la Copa del Mundo de 1962, fruto de una alianza público-privada, luego del terremoto de 1960, que dejó a la mitad del territorio en el piso.
Es el tiempo de la grandeza, no de mezquindades. Cuando la economía y las señales internacionales desalientan, es bueno embarcarse en proyectos que están por sobre los números y el análisis del técnico de turno. Los presidentes Arturo y Jorge Alessandri, a quienes no les gustaba el fútbol, alguna lección dejaron...