Me vino cierta depresión y, en busca de salud mental y medicamentos, solicité una sesión con una psiquiatra madura, donde ella prefería presencial, pero yo no: mejor online.
Además, me equivoqué: costaban lo mismo.
En fin.
Me preguntó por la figura del padre, y de inmediato me remití a los padres de la patria: soy un hijo de Chile. El resto, digamos lo personal, no es más que la letra insignificante de un ciudadano cualquiera. Y no es eso lo que me deprime, faltaría más, es mi país lo que me preocupa, de ahí viene mi arquitectura psíquica y mis traumas.
La psiquiatra se interesó por mi caso y quiso saber por si me habían afectado, de manera directa o tangencial, los complejos de Edipo o de Electra.
Le dije que no estaba seguro, así que me pidió sinceridad y que le contara mi experiencia.
Bien buena la psiquiatra. ¡Cómo lo van descubriendo a uno!
Así que me abrí y le hablé de la señorita Electra Pezoa Véliz, gran profesora de Educación Física, que me obligó a saltar el caballete. Todavía me duele, porque alguien lo movió y además sacó la colchoneta. Siempre pensé que fue el guatón Peralta (QEPD). Vamos a la psiquis: miss Electra fue la primera mujer que me hizo sufrir. Diría que la única.
Conocí a Edipo Riquelme Riquelme, oriundo de Chillán, y fíjese usted en los apellidos. Fui bien amigo, pero nunca pasó nada, por si a eso se refiere el complejo, digo yo. Una vez, eso sí, después de tomarse siete botellas de vino Viu, que eran chiquititas, me confesó que era huacho y padeció el estigma del hijo ilegítimo.
Así me remonto a un primer padre de la patria: Bernardo O'Higgins Riquelme, hijo de un virrey irlandés, conocido como huacho y muerto en Lima, Perú. A otro: José Miguel Carrera, fusilado en Mendoza, Argentina.
Y a un tercero: Manuel Rodríguez, asesinado en Tiltil.
Todo eso me traumó, como le pasó a Batman, y por eso tengo inestabilidad emocional, miedo al abandono y personalidad múltiple.
Quiero profundamente a Chile, pero nunca me abandona una vieja idea: mandarme a cambiar.
Le conté a la doctora que he soñado con los padres de la patria, pero con otros. Relato dos sueños recurrentes.
Voy en un carruaje junto a un señor, no entiendo su idioma, atravesamos plantaciones de tabaco y veo a cientos de afroamericanos encorvados y trabajando. El señor los describe como esclavos felices y me dice su nombre: Thomas Jefferson, y cuando lo hace, su cara se va poniendo dura como piedra.
Ahora me miro al espejo y mis ojos se han rasgado, tengo cara de chino o coreano, creo que del norte, pero no, soy vietnamita y por la calle grito “Ho Chi Minh, Ho Chi Minh, lucharemos hasta el fin”, y un viejo chico y con trenza me dice que él es Ho Chi Minh, y que tomaremos el cielo por asalto. Me sorprende, porque pensé que ya estábamos en el cielo, pero parece que no.
Figúrese. Estados Unidos y Vietnam. Me siento invadido con esos padres de la patria, y con los de Chile nunca he soñado.
¿Cuál es el significado, doctora? ¿Tengo algún problema mental? ¿Soy normal, para ser chileno? ¿Me está escuchando? ¿Alóoo? ¡Holaaaa!
Solo quedaba una imagen inmóvil y muda, porque la psiquiatra hace rato había desaparecido.