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Cartas
Jueves 16 de junio de 2022
"Más Ortega, menos Schmitt"
Señor Director:
En su columna “Más Ortega, menos Schmitt” Carlos Peña critica, desde su lúcida mirada intelectual, a la Convención Constitucional por excluir a los expresidentes de la ceremonia de entrega del texto final. Para ello se refiere a la esquizofrenia de Lacan, y a esa “experiencia alucinadora de la euforia” que obnubiló y deslumbró a muchos convencionales. Si nos atenemos a la etimología de euforia y alucinación, esta descripción no puede ser más pertinente.
La alucinación se relaciona con el griego alyen (extraño, vago, errante) y el latín lux, esto es, una extraña luz que nos engaña. Euforia, en cambio, se relaciona con el prefijo eu (bien o bueno), y el verbo phoros que significa llevar o soportar, esto es sobrellevar bien algo. Así se puede interpretar mejor la experiencia de muchos convencionales que se obnubilaron y deslumbraron con el peso refundacional octubrista.
A esta dupla conceptual quizás solo faltaría agregar ese desmedido “entusiasmo” que, incluso a estas alturas, los lleva a no querer invitar a los expresidentes. El entusiasmo es una palabra cuyo prefijo en (adentro) se une a theos, dios, esto es, llevar un dios adentro. Ese dios fue el poder constituyente. Y esto último nos lleva al Kronjurist Carl Schmitt y a su teología del poder. Uno de los grandes conocedores y divulgadores del pensamiento de Carl Schmitt es Fernando Atria. Esa forma de ver la política ha permeado el trabajo constitucional. Con o sin saberlo —y tal vez sin siquiera conocer a Carl Schmitt—, esa manera de entender la política sacudió a ángeles y demonios dentro de la Convención.
Carlos Peña concluye contrastando a Carl Schmitt con Ortega y Gasset. Para Carl Schmitt la política es enfrentar al enemigo. Para el gran Ortega y Gasset la política es alcanzar la convivencia pacífica con el adversario. Bien sabemos que el trato “contra el enemigo” no es igual al trato “con el adversario”. La pregunta es si al enmendar el error de no invitar a los expresidentes, el trabajo de la Convención queda liberado de esa “experiencia alucinadora de la euforia”. Y, más importante aún, de Carl Schmitt.
Leonidas Montes L.