Nunca me importó el desenlace del reclamo de la federación chilena contra la ecuatoriana por la inclusión de Byron (o Bayron o Bairon) Castillo en sus alineaciones, siendo este, según la acusación chilena, colombiano. Por una razón muy simple: porque he creído siempre que las faltas administrativas o reglamentarios deben ser sancionadas con penas administrativas o reglamentarias y nunca, nunca, con castigos deportivos, como la pérdida de puntos.
Eso, en el plano local y en el internacional. Los resultados deportivos no deben ser tocados.
Por otro lado, si Ecuador actuó dolosamente al hacer jugar a un extranjero en su formación nacional y debe ser castigado de alguna forma, eso no debería beneficiar al denunciante, que no tiene ningún mérito competitivo en el asunto. Chile, ya eliminado en la cancha, no debería obtener ningún premio por su denuncia, salvo menciones por su ayuda al fair play. Lo otro, la “delación compensada”, no es razonable incorporarla al diccionario futbolístico.
Finalmente, toda especulación sobre el tema fue cortada de raíz por la FIFA al cerrar el caso rechazando la denuncia chilena, sin entregar los fundamentos de su decisión. La razón que se da en los medios es que la rectora futbolera no puede interferir con las instituciones de los países, en este caso con el Registro Civil de Ecuador. Y así como la FIFA no acepta que los organismos nacionales se metan con ella, tampoco ella se mete con ellos. La verdad de los casos suele quedar, entonces, asfixiada entre unos y otros.
Las pruebas presentadas por el abogado representante de la denuncia, el brasileño Eduardo Carlezzo, indican que es creíble que la verdadera nacionalidad de Castillo sea colombiana y que la falsificación de documentos de futbolistas en Ecuador es cosa corriente. De hecho, hay constancia de despidos de funcionarios de ese Registro Civil.
Ahora vendrá la apelación de la federación chilena ante la misma FIFA. Y más tarde su recurso al TAS, lo que no se asegura ni se descarta. ¿Debe hacerlo la federación? No parece oportuno ni recomendable. El grupo directivo que la maneja en estos días está absolutamente desprestigiado y su descrédito arrastra a todo el fútbol chileno, al extender sus acciones al campo internacional. Es mejor no tener más escándalos y esperar con calma la renovación de autoridades. No será fácil tener dirigentes creíbles tras las próximas elecciones, pues hay demasiados clubes en poder de malandras que votan.
Y también hay que enfocarse en lo que pueda hacer Eduardo Berizzo con su plantel en formación. Eso es mejor que estar pensando en entrar a un Mundial por la ventana y con un equipo experimental.