Por cuatro días, que terminan este domingo, el Reino Unido de Gran Bretaña celebra los 70 años del reinado de Elizabeth II, Jubileo de Platino, tributo a la mujer más famosa del mundo, admirada por millones de todas las generaciones, comenzando con la aprobación por el 80% de su pueblo.
Las celebraciones no se han deslucido mayormente por su ausencia y limitada presencia en algunos actos oficiales. Estoica, se esfuerza por superar los impedimentos de su avanzada edad, 96 años, para continuar cumpliendo con sus deberes y promesa de gobernar hasta el último día de su vida.
Más que por el respeto del majestuoso cargo y su extenso reinado —el más largo de la historia de Occidente, con la excepción de Luis XIV—, republicanos y monárquicos, independientemente de encontradas visiones sobre la monarquía, reconocen los atributos personales de la reina, su disciplina, ecuanimidad y extraordinario servicio público a su pueblo y a la Mancomunidad de Naciones, 54 países que comparten lazos especiales con el Reino Unido.
Gobernando desde Winston Churchill, durante 14 primeros ministros británicos y 13 presidentes de Estados Unidos, la monarca se ha reunido con centenares de mandatarios extranjeros para analizar y discutir los acontecimientos mundiales, visitando incansablemente la mayoría de los países.
Sobresaliente y decisivo ha sido el aporte de Elizabeth II en favor de la unidad, democracia, monarquía, instituciones fundamentales y continuidad de Gran Bretaña, muchas veces polarizada, constantemente dividida.
Compartiendo, decidiendo y aconsejando correctamente en momentos difíciles para su pueblo, superando adversidades y las repercusiones de escándalos de algunos de sus familiares. Enormes dificultades encuentran los detractores para reprochar e intentar descubrir desaciertos de la reina. Muchos sostienen que, sin hacer gala, cuenta con la extraña condición de no haberse equivocado y se destacan sus abstenciones a intervenir en importantes ocasiones para fortalecer o alcanzar consensos.
Manteniendo irrenunciables rituales y tradiciones que impone su cargo, la reina lo ha desempeñado con distinción y austeridad, velando por la disciplina presupuestaria, reducción de gastos, renunciando al privilegio de sus predecesores, por siglos exentos del pago de impuestos.
Destacable ha sido la reina para las relaciones exteriores de Gran Bretaña y se debe consignar su contribución al fortalecimiento de las sólidas relaciones y visita a Chile, y su acogida a embajadores y presidentes chilenos.
Inigualable, ejemplar e histórica, la trayectoria de Elizabeth II trasciende al reconocimiento que le presta su pueblo.