El evangelio según San Juan nos muestra uno de los relatos de encuentros de Jesús Resucitado con sus discípulos. Ellos vuelven, después de haber sido testigos de la muerte en la cruz de Jesús, a su ocupación de antes: son pescadores. De noche y a oscuras, les va mal; no pescan nada. Ya al amanecer, tras echar las redes, ahí donde Jesús lo indica, la pesca es desbordantemente fecunda.
¿Cuáles son las enseñanzas principales de Jesús a lo largo de su vida? ¿A dónde nos invita a “echar las redes”? ¿De qué manera ilumina nuestras propias noches, oscuridades, esfuerzos infructuosos? Enumero algunas de ellas, que usted —querido lector, lectora, de este espacio “El Evangelio hoy” en el que nos encontramos cada cuatro semanas desde hace ya cuatro años— puede completar con su propia lectura de los evangelios. ¿A qué nos invita Jesús? A privilegiar la comunidad antes que una perspectiva individualista: a conjugar el “nosotros”; a atender preferentemente a los más débiles: enfermos, viudas, huérfanos, migrantes; a amar al prójimo en equivalencia al mandamiento de amar a Dios; a reinterpretar las tradiciones y leyes transmitidas desde antiguo, buscando sean humanizadoras y sintonicen con la corriente de liberación del Espíritu: el “sábado” para las personas y no al revés; a practicar el discernimiento en clave de redención y vida que se nos ofrece en abundancia.
En el marco de la conmemoración de hoy viene bien recordar al padre Hurtado que decía a mediados del siglo pasado: “La palabra trabajo debería sugerirnos a todos no solo un medio para ganar la vida, sino una colaboración social. Según esta concepción del trabajo podría ser definido como el esfuerzo que se pone al servicio de la humanidad; esfuerzo personal en su origen, fraternal en sus fines, santificador en sus efectos”.
Las tensiones y desigualdades en el mundo del trabajo tienen larga data y han ido subsanándose a través de mejoras en la legislación, en la organización, en la formación y capacitación, en el aumento de la productividad. Una preocupación de siempre es que el salario sea justo, que alcance para vivir. El flagelo de la inflación que parece no estar del todo controlada hace que el sueldo alcance para menos, especialmente entre los más pobres.
Escuchamos la semana recién pasada que en Chile ya casi se ha recuperado el nivel de empleo previo a la pandemia. Los grupos más rezagados son las mujeres y los jóvenes. El Gobierno ha anunciado varias medidas para ir en ayuda de las MiPyMes, y que puedan pagar los ajustes al sueldo mínimo que se han propuesto. Hay otras medidas para quienes no tienen trabajo o trabajo informal. Se mantienen aún las disputas con el comercio ambulante informal desatado en el centro de nuestras ciudades y a la cola de las ferias.
Hay muchas otras cosas que se pueden hacer. Conozco de cerca los esfuerzos que se despliegan en las Fundaciones Emplea, Súmate e Infocap, Trabajo para un Hermano, Fondo Esperanza, Servicio Jesuita a Migrantes y en tantos otros lugares de humanización y dignificación del trabajo. Busquemos el modo de apoyar estos esfuerzos para darles a todas las personas que viven en Chile la oportunidad de crecer y ser un aporte para el bien de toda la sociedad.
Con frecuencia el Estado y sus servicios llegan tarde y no siempre llegan bien, más aún en tiempos de instalación de las nuevas autoridades. Una medida que se hace urgente es promover la regularización migratoria acelerada de las cientos de miles de personas extranjeras que ya viven entre nosotros, para que no sean víctimas de prácticas abusivas y puedan participar de los distintos servicios que presta el Estado. Colaboremos en la construcción de una sociedad acogedora e inclusiva, procurando que todas las personas puedan participar de los frutos de la cooperación social.
“‘Simón, Pedro —les dijo—, voy a pescar'. Ellos le respondieron: ‘Vamos también nosotros'. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: ‘Muchachos, ¿tienen algo para comer?'. Ellos respondieron: ‘No'. Él les dijo: ‘Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán'. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla”.
(Jn. 21, 3-6)