Fue el departamento de identificación de scouting, que sigue y analiza jugadores chilenos o semichilenos, por los cinco continentes, uno de los cerebros de la última convocatoria de la selección.
La noticia es que Eduardo Berizzo dirigirá por primera vez a la selección de Chile, con jugadores que él no convocó, pero asumió sin quejas y en un alarde extremo de profesionalismo, donde la explicación oficial —para que no cunda la alarma— es que siempre estuvo informado.
No los eligió, pero lo supo. Conoció a quienes llamaban, pero no los designó. Alguien dirá que no es el mejor comienzo, pero la historia recién parte.
Fue el tridente de Francis Cagigao, Patricio Ormazábal y Milan Mirosevic, el que metió la cuchara humana en la nómina, pero de té, porque los ingredientes y sazón los colocó un sistema analítico que comprende planillas excel, estadísticas, cruces múltiples y, en fin, los mecanismos habituales que utilizan tantas empresas privadas y públicas.
Gran parte de la generación dorada fue considerada por el cerebro electrónico, pero el humano los debió descartar, porque concluyen sus ligas, están de vacaciones y si algo no querían enfrentar, era lo siguiente: suena el bendito celular, de tantas maneras posibles, por la Toscana o el Caribe, con el canto de gallo malayo al amanecer, la Quinta Sinfonía de Beethoven o la arenga de “Te quiero ver, papá” del recordado Luis Bonini. Sea como sea. Suena el aparatito que se ilumina con el nombre del gallego que llama: Cagigao. Un horror. Uno conceptual y en absoluto personal.
A otros la llamada tanto los sorprendió que no les dio tiempo para nada.
Algunos de los convocados, Erick Pulgar, Mauricio Isla, Gabriel Suazo, Diego Valdés y Clemente Montes, fueron posteriormente excluidos, debido a bíceps adoloridos, cuádriceps maltrechos o problemas de otra índole.
Mejor suerte tuvo el joven belga-marroquí Nayel Mehssataou, también chileno, y que lo pongan en la habitación con Ben Brereton, para que le diga a Nayel cuánto quieren en Chile al amigo cuando es forastero, sobre todo si es europeo occidental, y además chileno.
En verdad el gran jugador nacional, por estos días, es brasileño, y además no es jugador, sino abogado: Eduardo Carlezzo, jurisconsulto duro y un felino de las leyes, que puja por la causa chilena ante la FIFA y la posibilidad de ganar un juicio e ir al Mundial.
El director técnico Eduardo Berizzo, si eso ocurre, podría elegir su propia nómina, y en vez del departamento de scouting, si requiere consejo, llama al director técnico Martín Lasarte, que en su momento se contactó con el director técnico Reinaldo Rueda.
Y así se esparce el mantra: no hay más nómina que la generación dorada, que aún arde.
Es nuestra bendición y también nuestra maldición.