Eduardo Berizzo asume el reto de conducir a Chile a su décima Copa del Mundo. Lo hace en un momento complejo, aunque con algunas ventajas con relación a otros entrenadores extranjeros que habitaron Pinto Durán: conoce el paño. El “Toto” retorna porque cree en los jugadores locales y generó un vínculo con el país que está por sobre cuestiones económicas.

El escenario no es fácil. Las suspicacias generadas por la nómina de la selección que viajará a Asia, por la ausencia de nombres que creíamos fijos, pero que no pertenecen al corral del empresario Fernando Felicevich, implicó comprarse un problema. Nadie duda de que el argentino es el principal agente de la plaza, con los vínculos suficientes para poner a los futbolistas criollos en las mayores ligas europeas o al menos en las que permiten un salto cualitativo. No llamar en primera instancia a Víctor Felipe Méndez, Víctor Dávila y Bastián Yáñez o intentar la recuperación de Carlos Palacios y Ángelo Araos fue una tocada de oreja a una sociedad en la que cunde la desconfianza.

Faltó manejo y orden. No corresponde que el directorio de la ANFP vise las convocatorias, pero ante la carencia de un seleccionador se requería una supervisión. Hoy en el fútbol todos saben que Francis Cagigao, el director deportivo de las selecciones nacionales, se manda solo. Se colgará la medalla de Berizzo, pero el exzaguero de Newell’s Old Boys vuelve porque quiso, no porque lo convenció el otrora cazatalentos del Arsenal. La artificial polémica con Colo Colo, por la citación de los futbolistas albos a la Roja, que este lunes se miden ante Ñublense en el penúltimo partido de la primera rueda, refleja su carencia de cintura política.

El hispano-inglés alega que se inicia la fecha FIFA, pero a mediados de abril supimos de la jornada 15 de la primera división, que respondía a los partidos de los cuadros locales en la Copa Libertadores y Sudamericana. Como no trabaja en equipo ni genera lazos con los demás estamentos del fútbol nacional, recién el lunes 23 cuestionó la programación del duelo entre albos y chillanejos. Él tenía que disponer de esta información y actuar con criterio, más aún si hace 48 horas la banca de Chile estaba acéfala y no enfrenta compromisos oficiales hasta 2024. Reinaldo Rueda, por ejemplo, enviaba con seis meses de antelación su planificación a los distintos estamentos de la ANFP y se relacionaba con sus compañeros de trabajo de Quilín.

A esta altura la tarea de Cagigao no se sostiene. Las renuncias de Erick Pulgar y Mauricio Isla reflejan que no hubo diálogo. El comunicado de prensa del director de selecciones, que emitió el jueves casi de forma inconsulta, demuestra que no está capacitado para el cargo. Una guinda que se suma a la fracasada diligencia por traer a Ben Brereton y Francisco Sierralta, cuando Argentina y Colombia sí ocuparon a sus internacionales que militan en Inglaterra para una fecha triple; al fiasco de la convocatoria de Robbie Robinson y al fracaso para encontrar un reemplazante de Rueda, porque como todos sabemos, Martín Lasarte llegó de rebote y nos dio una mano.

La ANFP tiene un inconveniente con nombre y apellido